Pacto

MIQUEL ALBEROLA
Aparte de generar ilusión en algunos simpatizantes y militantes -y de resucitar a Anguita -, si de alguna cosa han servido los esfuerzos infructuosos para alcanzar un pacto electoral entre el PSOE e IU para ir juntos al Congreso de los Diputados, ha sido para reubicar la escena política, derribar imposturas y poner a cada uno en su sitio. Para empezar, los socialistas han rescatado la arratonada bandera de la izquierda en sus discursos, que no es poca cosa, lo que ha aprovechado el PP para reclamar la propiedad total del centro. Pero el PP, al margen de abalanzarse con declaraciones de intenciones sobre ese espacio que tantas urnas llena, también ha recuperado su expresión más histórica, la que había ocultado todo este tiempo tras el parabán de piernas y faldas cortas de sus alcaldesas y diputadas. El discurso del apocalipsis de la derecha de siempre ha regresado como consigna, para lo cual el PP ha empezado por desempolvar la palabra comunista y el compuesto socialcomunista, pronunciados como una imprecación seca e insultante que hasta huele a azufre en los audiovisuales oficiales. En ese zurrón de recursos de Estado en el que el PP ha metido la garra, inmediatamente debajo de este repertorio de amenazas sobre la salida de la zona euro, el aumento del paro y la propagación del hambre, ya vienen Álvarez Cascos, los conventos humeantes, las monjas violadas por los rojos y el pelotón redentor de Millán Astray, Queipo de Llano y el caudillo. Un asunto tan simple como una tentativa de acuerdo electoral entre el PSOE e IU, ahora subrayada por un pacto de programa de gobierno con escasas posibilidades, está a punto de desmaquillar toda la estrategia en la que tanto invirtió el PP para sosegar su propia imagen ante el electorado. Por no hablar del evangelio alegre de los populares, que postulaba el fin de las derechas y las izquierdas como modos de expresión y confrontación política, y que tanto convenía a aquellos que habían cruzado el puente. La intensificación de la campaña puede hacer el resto.
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