El sueño

Según los expertos, la mayoría de las iniciativas que tomamos al cabo de la jornada tienen como origen una emoción más que un razonamiento. Podría creerse que para invertir en Bolsa, por ejemplo, se utiliza sólo la cabeza, pero no es así. Funciona, por debajo del cálculo de intereses, una brújula emocional que nos orienta hacia el mercado continuo, la renta fija o la bonoloto, de forma aleatoria. Quizá por eso la conducta de la Bolsa, y de la realidad en general, resulta inexplicable. Los índices Nikkei o Dow Jones miden, más que la salud económica del contribuyente, su temperatura sentimental, su miedo. Cuando se desploman esos índices, es porque la gente no se encuentra bien. Si usted escucha las primeras noticias del día en la cama, habrá notado que la caída de las eléctricas suele manifestarse anticipadamente en el estado de ánimo de su marido, del mismo modo que las tormentas se anuncian a través de ese dolor característico de la rodilla izquierda.Así las cosas, no se entiende la seriedad intelectual con que los tertulianos nos explican la incidencia del infarto de Anguita en las generales. Las emociones dependen en gran medida del nivel de hormonas circulante en el torrente sanguíneo. Pero ese nivel varía a su vez por factores que permanecen fuera de control. Si uno, pongamos por caso, se enamora, suben los estrógenos y la testosterona y quizá las endesas o el Santander. A lo mejor acaba de enloquecer el mercado de divisas porque uno ha encontrado a la mujer de su vida. O se ha disparado el petróleo para compensar una catástrofe sentimental de la que ni siquiera teníamos noticia. Toda la gente que en estos instantes se encuentra haciendo el amor en un tren, en la habitación de un hotel o en un apartamento clandestino, tal vez está contribuyendo a reducirle a Rodrigo Rato el déficit.
No sabemos, en fin, por qué suceden las cosas. Creíamos que el mundo conocido era en gran parte el resultado de una actividad neuronal, cuando no es más que la proyección de un estado de ánimo. Jesús Gil, Piqué, el general Galindo, Arias-Salgado, Villalonga, el CIS, no son hijos de la razón, sino de las emociones. Por eso fallan todos los análisis políticos. Felices Pascuas.
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