Letra sin sangre
El castigo corporal está prohibido desde hoy en todos los colegios, públicos y privados, del Reino Unido. Es para felicitarse, pero resulta sorprendente que el país considerado cuna de los derechos civiles haya tenido que esperar hasta ayer para que se suprimiera ese residuo de barbarie. Residuo que también susbsistió hasta hace apenas 12 años en las escuelas públicas.Los colegios privados lograron en 1987 defender su supuesto derecho a aplicar los métodos educativos que quisieran, con el argumento de que aquellos niños estaban bajo su tutela por libre voluntad de los padres, a sabiendas de cuáles eran sus reglas internas. Ahora, por fin, la mayoría laborista acaba con esta tradición que, lejos de constituir un signo distinguido de britanidad, como pretenden sus defensores, no es sino un brutal legado de violencia en las relaciones humanas. Una cosa es el debate revisionista sobre algunos aspectos de la escuela moderna -la reivindicación del papel de la memoria, por ejemplo, o del estudio del griego y el latín- y otra la idea pueril de que "la letra con sangre entra".
Tampoco hay que confundir el fracaso del antiautoritarismo radical propugnado en los setenta por algunos sectores pedagógicos con la defensa de que la autoridad del maestro sólo es posible mediante la violencia: el fracaso de esa idea sí que está acreditado. Que algo sea ultramoderno no garantiza que sea un avance, pero que sea tradicional, tampoco. Nada es tan tradicional como la ignorancia y el fanatismo, y ambos han retrocedido con la definitiva abolición del castigo corporal en las escuelas del Reino Unido.
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