Queísmo
Las autoridades sanitarias vienen advirtiendo, desde hace tiempo, que el tabaco perjudica seriamente la salud. Ya que sabemos que se han dado cuenta, podrían empezar a advertirnos de ello. Así, quienes amamos la lengua, nos enteraríamos de que también han advertido que su error contribuye a dañarla gravemente. Hace poco se averió mi contestador y activé el de Telefónica (sigue siendo esdrújula aunque le hayan mutilado la tilde). Ahora, cuando llegamos a casa y no ha llamado nadie, una voz muy agradable nos "informa que" no tenemos mensajes y, de paso, nos confírma en la impotencia ante el alcance de tales horrores lingüísticos, cada vez más.
El queísmo, esa especie de sobrecorrección tan fea como el error que pretende evitar, es sólo otra de tantas deformaciones, y se extiende día a día, hasta el punto de que en el programa de La 2 de Televisión Española Al habla (dedicado a velar por su buen uso) incluso a don Francisco Rico, miembro de la Real Academia Española, se le deslizan expresiones del tipo de "estoy seguro
que". Cuando se lo oí decir escribí a una sección de denuncias (a veces muy airadas) con que cuenta ese programa. No ha habido respuesta a mi carta, pero confío en que, tal vez, la hayan recibido. No soy tan purista como para no comprender y aceptar que las lenguas evolucionan y que las instituciones han de recoger lo que dictan los hablantes, pero, como filóloga, yo también estoy convencida de algo (¿o será "estoy convencida algo"?): del empobrecimiento irremediable de un precioso bien común a través de la pérdida de matices y de diferencias semánticas como la que existe entre "advertir algo" y "advertir de algo" o entre "deber" (que significa obligación) y "deber de" (que denota posibilidad).
Todos debemos cuidar nuestro idioma, pero algunos responsables de difundir mensajes de gran resonancia (por ejemplo, Tabacalera, Telefónica y TVE) no deben de haberlo advertido.- .
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