No arrojar animales al río

El rostro de Miguel Vicente refleja una cierta preocupación cuando habla del río Manzanares. "La gente cree que puede arrojar cuantos animales quiera y no sabe que está causando un grave daño al ecosistema", dice. "Si la gente arroja animales al río, como peces exóticos o patos, se incrementa la población de intrusos y se pone en peligro a las especies autóctonas", añade. Su explicación la ilustra con un ejemplo clave: cuando un pato es mantenido durante algún tiempo en condiciones domésticas no puede adaptarse después con facilidad a su hábitat natural. Requiere un proceso de preparación. En el río Manzanares, algunas personas cansadas de tener patos en sus casas los han devuelto al río más de una vez. Y muchos se han ahogado.

"Lo que ocurre en estos casos es que los patos en esas condiciones no saben nadar. Requieren de un proceso natural, en el que el organismo segrega una grasa especial que impermeabiliza las plumas y los prepara para el agua", dice.

Lo mismo ocurre con algunos peces que se adquieren en tiendas y que se llevan a casa como mascotas. O con las tortugas.

En el servicio de conservación del río se tienen cuidados extremos en este aspecto. "Aquí nosotros preparamos muy bien al animal antes de soltarlo", agrega Vicente.

Lo ideal, dice, sería no adquirir este tipo de animales. Y cuando no se pueden tener más, es recomendable devolverlos a la tienda donde se adquirieron.

"Definitivamente, yo pienso que es un problema de concienciación", apunta Vicente.