Unos comicios atípicos

El partido nacionalista más agresivo en la campaña ha sido, sin duda, Eusko Alkartasuna (EA), que ve su futuro amenazado por la pinza formada por el PNV y una EH que empieza a apostar por la moderación. EA ha dedicado buena parte de sus esfuerzos a criticar a ambos partidos y presentarse como el abanderado en Euskadi de la autodeterminación. Algo que ha eludido la formación que lidera Arzalluz. Por su parte, IU ha presentado un discurso contradictorio. Firmante del Pacto de Lizarra con los nacionalistas, Julio Anguita se ha visto obligado a hablar en favor de la unidad constitucional ante el temor del castigo de una parte notable de sus votantes.

En cualquier caso, han sido, en este sentido, unas elecciones atípicas, donde el combate político entre los dos principales partidos nacionales ha pasado a un segundo plano. Los estados mayores del PP y el PSOE creen que en estos comicios está en juego el futuro de Euskadi, y ha dominado el espíritu del acuerdo entre José María Aznar y Joaquín Almunia de unir fuerzas ante los futuros proyectos del nacionalismo. Sólo Aznar, en sus tres intervenciones, ha tratado de marcar su faceta de jefe del Gobierno, lo que no le ha impedido atacar al nacionalismo.