Ponce terminó en valiente

Era la última corrida de la temporada. Con los brindis multitudinarios reservados para estas ocasiones, todo hacía parecer que se podía cumplir un trámite. Para Ponce, sin embargo, éste quiso ser el broche de una temporada importante, y en ningún momento se quitó de en medio. El cuarto toro se paraba y reservaba la embestida, a lo que respondió Ponce con una superioridad manifiesta a fin de poderle y afirmarse a sí mismo, lo que consiguió a base de valentía y de aguante, sin regatear esfuerzos aunque al final fallara con la espada. Fue una lección de cabeza torera, de magisterio y de vergüenza. Antes había aguantado al segundo, manso y parado, que cuando se decidía a embestir lo hacía de forma sosa y desganada. Aguantó las tarascadas y la búsqueda incesante de los tobillos, puestos a precio por el toro.

El tercero empezó como manso encubierto y terminó en manso manifiesto, a pesar de las contramedidas que tomó El Cordobés para aliviarlo e impedir que manifestara todos los defectos, topetazos y huidas de los que era capaz. Fue una labor seria y notable. El quinto, a pesar de la invalidez de sus cuartos traseros, cometió el error de derribar. Fue masacrado, a pesar de lo cual sacó de su casta fuerzas para ir de largo. Si no lo llegan a matar en varas... El Cordobés acabó en batracio.

El Cuate está ayuno de conocimientos para abordar un plato tan sustancioso como es el de la alternativa. Tuvo muchísima suerte de que el toro de la ceremonia hiciera profesión de bondad y decidiera insultarlo a cambio de dejarse matar. En el sexto no había aumentado su ciencia. Afortunadamente, salió por su propio pie.