Llega la sacudida
LA GRAVEDAD de la crisis financiera admite pocos paliativos. Jornada tras jornada, los mercados financieros, en particular los de acciones, dejan constancia del deterioro en los tres escenarios por los que ahora discurre la convulsión iniciada hace poco más de un año en el sureste asiático: Japón, Rusia y América Latina. El resto del mundo sufre las consecuencias de esa acelerada redefinición de actitudes hacia el riesgo de los operadores financieros, sin excluir a España.Más allá de la reacción de los mercados al deterioro de la situación financiera en Rusia y de la volatilización del rublo, con la instantánea repercusión en lo político como muestra la noticia desmentida pero insistente de que el presidente Yeltsin ya tiene preparada la carta de dimisión, hay que subrayar su coincidencia con la amenaza de desplome del sistema bancario japonés, en el clima de general debilidad de la economía del país.
A su vez, la ausencia de señales favorables procedentes de Asia condicionan las posibilidades de recuperación en aquellos países de América Latina más dependientes de las exportaciones de materias primas y de los capitales exteriores. Esa precariedad debilita sus monedas e intensifica la eventualidad de una cadena de devaluaciones que compromete el futuro a medio plazo de aquella región y, en consecuencia, para la viabilidad de cualquier tipo de inversiones en esos países. Es hasta cierto punto comprensible que las cotizaciones de empresas españolas seriamente comprometidas en esos países acusen esas expectativas.
Lo peor es la ausencia de señales que favorezcan un cambio de orientación en los mercados financieros. La continuidad de las tensiones podría llegar a afectar seriamente a la confianza de consumidores y empresarios, incidiendo finalmente en la economía real, mermando seriamente las posibilidades de crecimiento.
Las autoridades españolas, además de conocer y preparar respuestas ante esta eventualidad, pueden hacer relativamente poco, pues sabida es la fuerte incidencia que el entorno tiene sobre las condiciones de nuestra economía. Es a los grandes, EE UU en particular, a quienes corresponde ejercer ese liderazgo que en ocasiones se reclama y que de hecho se ejerce en otros ámbitos de más inmediato consumo electoral. Ahora hay que intervenir ante el Gobierno japonés y reclamar decisiones que eviten la conversión de este prolongado ajuste de los mercados en una crisis financiera global.
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