Gobierno y creencias
La fe predominante en un país es decisiva para fijar el perfil político de sus gobernantes. No pueden los políticos prescindir de la ayuda del clero para gobernar. Si es que quieren hacerlo con tranquilidad, durante largos periodos. Las organizaciones cercanas a la religión mayoritaria son las verdaderas ostentadoras de poder. Toda formación política que piense prescindir del poder religioso organizado lo tendrá difícil. Son únicos para desacreditar, deslegitimar. No sólo en España.Basta con que los gobernantes se declaren creyentes para que el fervor religioso crezca en el país. Y eso tiene unas consecuencias. Torrenciales, las más de las veces. El ejemplo de las jerarquías arrastra masas. Lo curioso es que hayan sido los dictadores, déspotas y tiranos quienes mejor aprovecharon, siempre, el poder implícito a toda organización religiosa, acercándose a ellas. Franco fue aupado y mantenido en su puesto con la ayuda constante de la Iglesia católica. Las fotos de Videla y Pinochet rodeados de obispos se han prodigado lo suficiente como para transmitir un mensaje inequívoco: están a la derecha del Dios Padre. Ahora mismo, en Rusia, reverdece la Iglesia ortodoxa rusa, alimentada con las prerrogativas derivadas de su apoyo a Yeltsin. Y en los países musulmanes no se sostiene un Gobierno que se aleje de la fe coránica. Cuando alguien actúa en defensa de sus creencias, al parecer se siente liberado de obligaciones terrenas. Dado que sus acciones no pueden ser medidas con patrones terrenales. Al considerarse desprendido de anhelos mundanos, tasa el éxito de sus acciones u omisiones por el cumplimiento que en ellas se dé al servicio del Señor. Los conceptos de bien y mal pueden diluirse cuando los hechos van dirigidos al servicio absoluto
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de la divinidad. Máxime si se realizan sin pretender recompensa humana. Esto las priva de connotaciones morales terrenas-
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