"Mi padre es un gran clown"

Alina Fernández tiene los andares y los ojos de su padre y un parecido asombroso a Geraldine Claplin. Lo primero es lógico y le disgusta; con lo segundo está encantada. Un día se encontró en La Habana a la hija de Charlot y le dijo: "También [además del parecido físico] tenemos otra cosa en común: las dos somos hijas de un gran clown". A su alrededor se hizo entonces un gran vacío. Ahora el vacío lo busca ella.

La vida de Alina -una mujer de movimientos lentos y hablar tranquilo- ha estado marcada por el ballet y por el odio a su padre. Se casó con Francisco Salgado, un bailarín del Ballet Nacional de Cuba discípulo de Alicia Alonso. Con él tuvo una hija, que ahora tiene 20 años y que también logró sacar de La Habana. Su mejor amiga también es bailarina y, como ella, huyó de La Habana en cuanto le fue posible, hartas las dos de danzar al son incansable de la Revolución.

Pero la obsesión de Alina es su padre. "Nunca", declaró recientemente a EL PAÍS, "le he llamado padre a Fidel. No puedo quererlo; hay mucha gente maltratada por él. Y además, el cariño es hábito y yo apenas lo traté". No sólo lo cuestiona como padre y como gobernante, también como hombre: "Me resulta difícil entender que Fidel Castro fuera alguna vez un hombre fascinante. No sé cuánto duró su historia de amor, pero mi madre aún sigue enganchada".

Trabajó de modelo, escribió un libro, tuvo una hija. Nunca dejó de huir. Ni de maldecir el día que El caballo -que así le llamaban al comandante en jefe de los barbudos- puso su mirada en los ojos verdes de su madre. No se sabe qué pasará con la historia, pero Alina Fernández, la hija rebelde, jura que nunca lo absolverá.