Adíos al "fair-play"
Me disgustó la caída masiva de la segunda etapa y no sólo por las consecuencias desagradables para corredores queridos por uno como Escartín y Zülle. El cabreo fue sobre todo por la falta de ética de los demás corredores, que aprovecharon la ocasión de forma muy ladina y se fueron como locos hacia la meta. Igual que ayer.Como viejo aficionado voy encontrando muchas modificaciones en las estructuras actuales del ciclismo, sobre todo en las variantes tecnológicas de las bicicletas con esos nuevos diseños del cuadro, con esas raras ruedas sean lenticulares o de gruesos radios que semejan las de los camiones y especialmente los extraños cascos que buscando lo aerodinámico y una supuesta seguridad nos aproximan al mal gusto de las películas galácticas. Cada vez distinguimos menos el rostro de los ciclistas y cada vez nos topamos más con estos nuevos marcianos de las carreteras.
Todas estas parafernalias nos alejan de hermosas imágenes como las de un Fignon con la larga y rubia cabellera flotando en el viento o las gorras de visera ligeras y manejables que contribuían a conformar esa estética que nos llevó a inventar el bicicletismo del que hablaba el otro día.Pero también se han modificado conductas que nos emocionaban. Por ejemplo caballerosidad entre los contendientes ante cualquier adversidad accidental. El día de la gran caída el grupo superviviente no sólo disminuyó su velocidad sino que la acrecentó, acción que me pareció impropia de la élite que corre este Tour. Hay muchas maneras de disimular con elegancia la ayuda hacia el infortunio del compañero y ayer ha vuelto a emplearse esta pequeña vileza con la desgracia añadida de dejar fuera de la carrera a uno de los grandes caballeros de este deporte, el gran Rominger.
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