Vampiros

Está todo tan salpicado de sangre últimamente que, a la hora de escribir, una siente la tentación de mencionar a esos cafres de terroristas, con perdón de los cafres, que es un pueblo africano encantador y mucho más civilizado que los etarras. Pero me aguanto las ganas porque eso es lo que buscan los de ETA: desparraman los sesos de sus víctimas para que hablemos de ellos.Cierto es que vivimos en un mundo cada vez mas mediático en el que la imagen ha suplantado la realidad y las cosas no son si no se habla de ellas. Incluso Michael Jackson, que es más un artefacto multimedia que una persona, ha decidido vender al mejor postor las fotos en las que sostiene a su hijo inmediatamente después del parto (hubiera sido más original sostener-, lo antes del parto, cosa por lo demás no demasiado extraordinaria dada la naturaleza alienígena del cantante). Y no creo que Jackson haga esto por dinero, sino más bien para que el bebé exista.
Todo sea por salir en los medios, por participar en la apariencia. El Pulpo, un delincuente gallego acusado de cuatro asesinatos, no ha querido declarar ante el juez porque por lo visto pretende vender su historia a los periodistas. Es el crimen como reclamo publicitario (igual que ETA) y la adulteración de las grandes verdades de la vida: el miedo, el amor, el sufrimiento. ¿Se han dado cuenta de que la última moda televisiva del país consiste en poner a llorar en pantalla a todo quisque? Sollozos nacidos de dolores profundos o sentimientos auténticos que terminan convertidos en basura a fuerza de meterles foco y cámara. Qué asco esa hambruna de llantos que parece tener la audiencia: se diría que ya no sabemos sentir por nosotros mismos y que, como vampiros emocionales, necesitamos chupar las lágrimas ajenas para creer por un momento que estamos vivos.
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