El espectro de una bata de cola

El ballet español tiene en Ángel Rojas y Carlos Rodríguez dos jóvenes talentos, ambiciosos y con un sentido del riesgo y la experimentación que ya les prestigia. Su primer espectáculo tiene mucho de ecléctico y de búsqueda. Se han dejado la piel para hacer algo profesional y serio; y lo han conseguido. De los ocho componentes,seis han trabajado antes con José Antonio, y la semilla de la responsabilidad está ahí, dando primeros frutos: bailan con rigor, dan matices, salen del tópico. Hay buenos diseños de trajes, selección musical con gusto y un trabajo coreográfico mixto que hacen de Canela y fuego un acierto, un arranque que hay que elogiar. No falta la zapatilla -lo más discutible-, y una idea de envolver al flamenco en una estética teatral imaginativa, hasta onírica, con ese espectro lejano de Antonia Mercé (en la bata de cola articulada como una escultura de Gargallo), acaso inspiración o coincidencia. Que en la danza verdadera no hay rutas casuales y sí causas justas como esta velada. El público aplaudió de pie a los artistas en su debú, una prueba de fuego que terminó con flores.