Pum, Pum

En el camino hacia mi casa me he encontrado esta mañana con una pequeña criatura de no más de tres años ni menos de dos, en un parquecito, junto a su madre. La ternura que habitualmente inspiran los pequeños dibujó en mi rostro la más natural de mis sonrisas. No la pude mantener durante mucho tiempo porque en sus manitas portaba una variante inofensiva de eso que llaman pistola, y al mismo tiempo que me apuntaba pude oír de su garganta un par de infantiles pum, pum.Hoy que tengo 28 años recuerdo haber jugado y divertirme durante mi infancia, como casi todo el mundo, con algún juguete en forma de fusil o revólver, pero de la misma manera puedo reconocer que educativamente aquel tipo de actividad aportó bastante poco para mi formación como persona. Hoy me gusta pensar que si en manos de alguien deben estar ese tipo de inventos (reales o simulados), desde luego nunca debería de ser entre las de quienes ignoran el alcance que su uso real suele tener allí donde se utilizan.

Me pregunto, además, sobre esa necesidad que siempre ha habido de reservar en la fantasía del niño un espacio en el cual éste acaba recreando la muerte y el dolor hacia los demás sobre un motivo tan sólido como el entretenimiento, el juego o la diversión. Que el conflicto va a formar parte de la vida es algo que al futuro adulto le conviene ir aprendiendo en su momento, así como sus múltiples maneras de resolverlos, pero me cuesta muchísimo creer que estimular ejercicios de violencia gratuita en quien todavía ni ha aprendido ni puede comprender lo difícil que es solucionar las diferencias entre los seres humanos pueda mantenerse en sociedades que han optado por la convivencia pacífica.

Y termino también preguntándome ¿por qué no mejor... juguetes constructivos, habilidades manuales, los deportes, el dibujo, la música, la lectura, los cómics, los puzzles, el coleccionismo, la cocina, el amor hacia los animales y hacia la naturaleza, etcétera?-