Del carromato al autocar
Dejaron los carromatos hace medio siglo y se instalaron en una población cercana a Bucarest en la que hay electricidad pero no agua corriente. Son lautari (músicos) de dos familias, los Manole y los Neacsu, que rivalizaron durante años y acabaron por unir fuerzas. Con el nombre de una especie de Robin Hood rumano de la época feudal, estos cíngaros han retomado la carretera en los noventa para llevar la música de su pueblo por toda Europa.Los dos patriarcas, Ion Manole, de 76 años, y Nicolae Neacsu, de 74, representaron con sus voces y violines la disputa del cuco y el cuervo en el bosque. Cuentan que a veces los dos ancianos se enzarzan en discusiones reales sobre las deficiencias del otro. Ambos son supervivientes de la barbarie nazi y las locuras de Ceausescu. Unos belgas los encontraron en 1990 entristecidos porque ya nadie les solicitaba para esas bodas o bautizos en los que las canciones del pop sustituyeron a la música tradicional.
Taraf de Haïdouks
Ion Manole (voz, violín), Ilie lorga (voz), Caliu (violín), Nicolae Neacsu (voz, violín), lonitsa (acordeón), Dumitru Baicu (voz, címbalo), Posolan (voz, violín), Marius (acordeón), Costica (voz, violín), lonica (címbalo pequeño y grande), Marinel (címbalo grande), Marin (voz, acordeón) y VIad Viorel (contrabajo).Sala Caracol. Madrid, 11 de mayo.
El concepto de concierto les es ajeno. Se agrupan cuatro o cinco, según los temas, y cuando no están en el escenario comparten una copa o pasean entre la gente como lo harían en una verbena o en un bar. En la orquesta conviven varias generaciones. Mientras los mayores traen la esencia de una música de raíces orientales, los más jóvenes prefieren mostrar sus habilidades en piezas instrumentales que colorean de jazz y hasta con algún número circense: colóquese el arco de un violín entre dos estómagos y tóquese igual que un ebanista deslizaría su cepillo sobre un madero. Se despidieron los 13 juntos haciendo sonar de forma frenética acordeones, contrabajo, címbalos y violines.
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