La liturgia de 'O Bruxo'

La liturgia de la previa se ha galleguizado, ha roto con lo anterior. Arsenio Iglesias comparece pronto ante los medios, recién concluido el entrenamiento. Llega en chándal, con muestras de sudor y con prisa, mucha prisa. Valdano se hacía esperar más, pero aparecía impecable: duchado, encorbatado y engominado. Y se ofrecía a los periodistas sin limitación de tiempo. "Para un libro ya tienen", solía pronunciar en broma al concluir.Con Arsenio, en cambio, uno tiene la sensación de que no hay tiempo para nada. Que si agachas la cabeza un momento sobre el papel y le pierdes de vista un segundo, aprovechará la ocasión para largarse. Cada una de sus respuestas tiene aspecto de última, de punto final. Abre las conferencias frente a la mesa, en el centro, y las cierra en una esquina, de lado y ya en posición de salida.

Lee la lista de convocados (Valdano la recitaba de memoria) y se reserva el once inicial (Valdano, nunca). Maneja la mitad de palabras y las combina con menos rigor y solemnidad. Donde Valdano decía "nuestra situación clasificatoria ya no permite frivolidades ni distracciones", Arsenio siempre dirá "no conviene perder más".

Las frases de O Bruxo no llaman la atención por su originalidad y belleza. Su gancho es la entonación. Usa contestaciones huidizas y poco clarificadoras, acompañadas siempre de alguna coletilla: ¡hombre!, ¡verdad!, ¡claro! y cosas así. Todo adornado con un inconfundible deje gallego. Pero no esperen un titular.