Lucio Muñoz está "harto de ficciones"
El pintor expone las últimas obras "sin miedo a perder el prestigio de la vanguardia"
El, pintor Lucio Muñoz (Madrid, 1929) presenta hoy, en la galería Marlborough, de Madrid (Orfila, 5) una treintena de cuadros realizados en los últimos dos años que tienen "un claro deseo de elementalidad, de prescindir de todo ornamento". El artista confesó ayer que está "harto de ficciones" en su obra y no tiene miedo a mostrarse como es. "Creo que la emoción y la belleza del lenguaje de la pintura se está perdiendo y es el aspecto que más me importa". La exposición -con piezas que llegan a los 11 millones de pesetas- estará abierta hasta el 24 de febrero.
Los últimos cuadros dé Lucio Muñoz no tienen título y se cuelgan como tablas. El texto de su catálogo es un fragmento de La piel del lobo de Hans Lebert. Son dos indicadores de la actual etapa del artista, un abstracto desde hace 40 años que utiliza la madera como único soporte. "Me cansé de esa aparente ambigüedad poética, donde el espectador busca significados ocultos que yo no pretendo incluir. En los cuadros pequeños hay títulos que no son inventados sino con referencia a objetos asirios o persas que crean una poética muy mágica y muy lejana para mí, pero cargada de simbolismo. Son cuadros espontáneos y rápidos, con una máxima libertad".El "claro deseo de elementalidad" se identifica también con el texto de Hans Lebert, en las descripciones del paisaje y los elementos mágicos. "Es otro artista que utiliza otro lenguaje, pero tiene la misina percepción de la realidad, el vacío, el silencio. Hay algo muy esencial que me remueve y es un anhelo en mi manera de trabajar".
Con estos últimos cuadros, el pintor cree que vuelve. a su obra de los años sesenta. Recuerda que en una exposición en la galería Juana Mordó, el escultor Oteiza le dijo que estaba al borde del silencio absoluto. "Luego he dado demasiadas voces y ahora busco más el silencio, sin voluntad de convencer a nadie. Estoy harto de ficciones en mi obra, de todo lo que te ha arropado para dar una imagen determinada".
"Es el mismo proceso de un desguace de la realidad. En los cuadros sigue la estructura, la forma de construir, que siempre utilizo de manera despojada, pero me interesa lo más sustancial para la expresión, quitar las soluciones pictóricas, prescindir de lo que es bello en sí. Los colores siguen sordos, apagados, pero son más naturales, obedecen más que a mi voluntad a la voluntad de la madera, en función de su mayor expresividad y de su comportamiento. Es como el mar, qué lo quita todo y lo ennoblece, la forma de devolver las cosas".
En esta evolución, el pintor ha llegado a una etapa "más esencial y anónima, sin miedo a perder el prestigio de la vanguardia, con menos relación con la pintura y la escultura". De su último cuadro, Diciembre (1995), dice que se "puede prescindir de lo puramente pictórico".
El artista recomienda una visión de sus tablas de la manera habitual, de lejos y de cerca "e incluso me gustaría que se pudieran tocar, para sentir la belleza del material".
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