Historia de un duelo

El éxito de la estrategia del caracol (1993), su segunda e imaginativa película, sitúa al realizador colombiano Sergio Cabrera en condiciones de poder hacer cualquier cosa, pero no le gustan los guiones que le proponen y no consigue avanzar con otro que tiene entre manos. Entonces toma la curiosa decisión de rehacer su primera película, Técnicas de un duelo (1989), eliminar los fallos de guión y producción y rodarla con unos medios que entonces no pudo conseguir y lastraron gravemente el resultado final.Llena de realismo mágico, con un humor muy peculiar, plagada de cosas que recuerdan a las novelas de su compatriota Gabriel García Márquez; en resumen, de una manera muy colombiana, Águilas no cazan moscas parte de la gran tradición latinoamericana del melodrama, del honor ultrajado, para hacer un canto a la paz y demostrar la inutilidad de la violencia.

En clave de comedia coral, narra cómo el joven Vladimir Oquendo comienza a indagar sobre la identidad de su verdadero padre, llega al bello pueblo donde vivía su familia y realiza una exhaustiva investigación que da lugar a muy diferentes historias, pero. que todas giran y confluyen en torno a un duelo. Águilas no cazan moscas está integrada por las muy diferentes versiones del duelo que enfrenta al profesor Albarracin con el carnicero Oquendo por motivos muy distintos de los que en un principio imagina el indagador.

Brillante historia

El hecho de haber utilizado en la mayoría de las vueltas hacia atrás que integran el relato imágenes de la primera versión Técnicas de un duelo, de no tener que envejecer a los actores, sino enfrentarles con ellos mismos cinco añosdespués, da una curiosa fuerza al resultado. Al tiempo que también permite ver lo mucho que ha mejorado el trabajo de Sergio Cabrera, sobre todo a niveles técnicos, en lo concerniente a sonido y fotografía.

Sin alcanzar la originalidad de La estrategia del caracol, esta nueva película de Sergio Cabrera le muestra como un hábil narrador, capaz de montar una brillante historia a partir de unos mínimos elementos. Con un ritmo muy latinoamericano, una pequeña historia que se va transformando al pasar de boca en boda y un estilo propio, consigue convertir en película la frase que la encabeza: "La verdad nos hace libres, pero al buscarla somos sus esclavos".