El Barca gana la tibia apuesta de la Penya.

La tibieza ahogó la victoria del Barcelona en el clásico contra el Joventut. El mal que socava al baloncesto español quedó expuesto con nitidez en el Palau Blaugrana. Nadie deja impronta en los partidos. No hay jugador -Sabonis aparte- ni equipo que conciten una admiración unánime, que marquen estilo o que impongan su ascendencia. La holgura del triunfo del Barcelona y su claro liderazgo en el campeonato son evidentes. Pero tras su ostentosa estampa se advierte la inconsistencia, la irregularidad, la carencia de los recursos de los verdaderos grandes. El equipo azulgrana es capaz de rayar en lo sublime, pero nunca puede mantener la compostura los minutos suficientes para manejar los partidos como parece capaz de hacerlo. Así sucedió ayer. El Joventut se prestaba a ser maltratado. Sin Tomàs Jofresa, con Wright en precarias condiciones y Smith en el limbo y todavía en fase de reeducación de sus nuevos esquemas bajo el mando de Miquel Nolis, el equipo verdinegro se debatió por no quedar mal, por no salir excesivamente castigado, pero nunca denotó mayor ambición que esa.Dominó el Barcelona desde un buen principio. Aíto García Reneses devolvió a Epi y a Jiménez a la titularidad en un Palau Blaugrana casi repleto. El Joventut dejó el mal regusto de no haber estado a la altura.