Luces y sombras en Portugal
PORTUGAL HA vivido un año intenso que pasará a la historia por la capitalidad cultural europea que Lisboa ha desempeñado con ese aire elegante, mestizo y hospitalario -que siempre ha proyectado hacia el exterior esa antigua metrópoli. Fruto de inteligentes pactos entre el Gobierno de la nación, en manos del neoliberal Partido Socialdemócrata de Aníbal Cavaco Silva desde hace 11 años, y la alcaldía de Lisboa, en poder del socialista Jorge Sampaio, la cita se ha convertido en un indudable éxito de participación y de crítica y ha servido para dinamizar la adormecida, vida cultural lisboeta. La capital del Tajo se ha reintegrado por la puerta grande en los circuitos culturales europeos. La euforia de los espectáculos y las fiestas ha. venido también acompañada de una suerte de catarsis colectiva al cumplirse 20 años de una de las revoluciones que más simpatías suscitaron en todo el mundo y que dio la puntilla, de modo pacífico, a la dictadura más larga de Europa. Conmemoraciones y debates han obligado a los portugueses a hacer un balance, íntimo y colectivo a un tiempo, de las conquistas del 25 de abril.
Con los protagonistas de la revolución de los claveles en el exilio interior, con un manto de silencio entre las jóvenes generaciones de portugueses y con un Gabinete que intenta confinar la efeméride en los libros de historia, Portugal se ha integrado totalmente en una Unión Europea, que subvenciona en buena parte la economía lusa, pero que obliga a una modernización con elevados costes sociales.
Pero, tras la resaca de este año crucial, el horizonte electoral, fijado para octubre de 1995, ha aparecido con fuerza y estrépito en la escena política portuguesa. Con el detonante de la dimisión de Duarte Lima, líder del grupo parlamentario del gubernamental PSD, se ha reavivado la guerrilla institucional que desde hace años mantienen el presidente de la República, el socialista Mario Soáres, y el jefe del Ejecutivo, Aníbal Cavaco Silva.
El pasado martes, Soares, cuyo mandato presidencial expira, en 1996, vetó por segunda vez un estratégico proyecto de ley gubernamental sobre los servicios de información y seguridad. No era la primera vez que Soares se oponía a leyes del Gobierno, ya que el pasado mes de agosto se había negado a promulgar otros dos proyectos del Gabinete referidos a modificaciones de la ley de prensa y sobre la declaración de ingresos de cargos públicos.
Mientras el Gobierno, que cuenta con mayoría absoluta en el Parlamento, atraviesa una de sus peores crisis, salpicado »por escándalos y enfrentamientos internos, la oposición socialista y comunista ha pedido a Soares. la convocatoria de elecciones anticipadas. Este hostigamiento desde la jefatura del Estado y desde los escaños parlamentarios lleva a Cavaco Sílva a denunciar el carácter partidista y parcial de las decisiones de Soares.
Con una Constitución que se mueve a caballo entre el presidencialismo y el parlamentarismo, la actual crisis política portuguesa parece abocada a unos comicios adelantados, a menos que Soares y Cavaco Silva cohabiten pacíficamente hasta la cita electoral prevista para octubre de 1995. En cualquier caso, las enconadas posiciones personales y el empeoramiento de la situación económica van a colocar a Portugal en una crisis permanente hasta la llegada de las urnas.
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