La sombra del asesinado Sadat
Hussein de Jordania no sólo tiene que hacer frente al reto de quienes discrepan de su política hacia Israel por razones políticas, sino que tiene ante sí el complicado desafío político-religioso de los islamistas. El Frente de Acción Islámica (FAI), que con sus 16 escaños en el Parlamento de 80 miembros capitanea la oposición, aparentemente ha moderado sus críticas al tratado de paz con Israel más por intimidación que por táctica. En el más grave incidente entre grupos islamistas y la policía, agentes del Gobierno irrumpieron el 25 de octubre en una mezquita de Ammán para impedir, a garrotazo limpio, que se pronunciara un sermón virulentamente crítico con el rey y su política exterior. Un diputado del FAI, Abdul-Monem Zanat, fue golpeado con tal saña que estuvo varios días en un hospital.El lenguaje de los islamistas es cada día más desafiante, como lo demostraron las recientes declaraciones de Abdula Akaila, otro diputado del FAI que acusó abiertamente al Gobierno de sucumbir ante las presiones de Israel y a los designios norteamericanos para embarcar a Jordania en una campaña internacional contra el movimiento islámico en el reino. "Jordania ha puesto fin al estado de guerra contra el enemigo sionista. ¿Significa necesariamente un cambio de la política del Gobierno frente al movimiento islámico? ¿Significa que hemos pasado a ser enemigos del régimen porque seguimos siendo enemigos de los sionistas?", declaró Akaila. En las mezquitas de Ammán son frecuentes los sermones que trazan elípticamente paralelos entre la paz firmada por Jordania con aquella pactada por Egipto en 1979 y que le costó la vida al "traidor Anuar Sadat", el presidente egipcio asesinado dos años más tarde por integristas islámicos.
Pero el rey Hussein no está dispuesto a tolerar por más tiempo esas y otras sugerencias. Poco después de que los islamistas acusaran al Gobierno de adoptar una sistemática campaña de represión, el monarca declaró en un mensaje dirigido al Parlamento: "Resulta imposible aceptar esta situación. La libertad de expresión, súbditos míos, no consiste en empujar las cosas hasta el nivel de acusar a la gente de blasfemia".
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