La Habana ausente
La FNAC de Callao, en Madrid, anunció ayer la inauguración de una muestra del fotógrafo norteamericano Walker Evans (San Louls, 1903) titulada La Habana 1933-1993. Las fotos no llegaron. Aparentemente un problema en el transporte ha hecho que las fotografías que componen la exposición se hayan extraviado. Se espera que en los próximos días aparezcan y se expongan junto a las imágenes de La Habana que sí se exhiben, ahora en la nueva sala de exposiciones.Los fotógrafos españoles Delmi Álvarez José Antonio Carrera, Juan Manuel Díaz Burgos y Vicente Peiro aportan su visión de la Cuba actual. La Habana de 1933 captada por Evans no está alejada de la de estos fotógrafos, a pesar de los sesenta años que las separan. Una parece la cara vieja y desportillada de la otra. Pero persisten los mismos rasgos, casi las mismas caras. La Habana de estos jóvenes fotógrafos está detenida en el tiempo, y la vida que se mueve en ella parece carecer de sentido de orientación, de esperanza. Más que sonrisas, hay carcajadas, exabruptos; más que tristeza hay depresión; más que indiferencia, vacío.Las fotos de Evans en La Habana fueron un encargo del editor norteamericano Lippicott y servirían para ilustrar el libro El crimen de Cuba, del periodista Charleston Beals, que denunciaba el régimen fascista del dictador Machado. Evans partió para Cuba sin leer el libro, pero su mirada experta y sensible creo entre los suburbios de la ciudad y las calles populares un documento que se sostenía por sí solo.Walker Evans estuvo en La Habana durante tres semanas en 1933. Las calles y los rincones de esta ciudad respiraban un aire romántico y decadente, pobre e inquieto. El norteamericano se quedó con las prostitutas callejeras, con los parados que llenaban su tiempo inventando fantasías, pero también con la opulencia y los excesos de una sociedad inconsciente de la otra cara de su realidad.
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