La realidad como imagen

En una atmósfera casi multitudinaria, J. F. Yvars, el nuevo director del IVAM, se ha estrenado con la inauguración de una retrospectiva del Equipo Realidad y una selección de la colección fotográfica de Gabriel Cualladó. La muestra del Equipo Realidad (a la que complementa la de la galería Punto) se enmarca en el inexcusable programa de revisión de aquellas vanguardias valencianas en las que puede reconocerse una contribución significativa al conjunto del arte español de nuestro siglo. En este caso, de lo que se trata es de un ejemplo peculiarmente consistente de eso que se dio en llamar realismo crítico y que tan importante papel desempeñaría en el contexto de la cultora pro-democrática de los años sesenta y setenta.Formado por Joan Cardells y Jordi Ballester en 1966, el trabajo del Equipo Realidad se inscribe en ese mundo extraño en el que tuvieron que moverse quienes, todavía sometidos de lleno a la acción deprimente del tardofranquismo, optaron por un arte en el que pudiesen llegar a conciliarse las ineludibles responsabilidades planteadas por el combate político y las exigencias más obvias determinadas por la necesidad de conectar con el estado de cosas vigente.

Para el Equipo Realidad esto significaba sobre todo: inmersión en la experiencia histórica, asunción de una perspectiva explícitamente crítica, elaboración de la realidad como imagen de las imágenes, representación irónica y distanciada de las mitologías de las masas, reflexión sobre la función social del arte mismo y de su tradición, y, claro está, remisión a los procedimientos figurativos y maneras desenfadadas del pop internacional. En cualquier caso, lo que la brillante trayectoria del Equipo Realidad puede hoy evocar es la dificultad de seguir haciendo arte político en un contexto democrático. No por azar el equipo se autodisolvió justo en 1976, es decir, cuando comenzó a atisbarse la posibilidad de reconducir las preocupaciones sociales por vías más ortodoxas y efectivas. Tras el abandono de la dispersión, Joan Cardells optó por la intimidad del oficio, del trabajo concentrado en el estudio y, en particular, por la escultura y el dibujo; Jordi Ballester, por su parte, se consagraría al diseño publicitario.