Prohibida la vanguardia
Este es un tiempo de total libertad de planteamientos y, por tanto, de estilo, piensa el novelista José Antonio Millán, "excepto la vanguardia, que sigue estando prohibida". En general, los escritores españoles evitan el contexto más inmediato, incluso cuando escriben de la España de hoy, lo que hace que las novelas se desarrollen en lugares utópicos o ucrónicos, o fuera de España. "Quizá el contexto estaba demasiado impregnado por el realismo", aventura. En Cataluña se puede observar una clara tendencia "a lo seco y destilado, lo urbano y lo duro", dice Clara Pastor, de Sirmio.Para Millán es evidente que la literatura española tiene dos influencias: la alemana -"los hijos de Bernhardt"- y la norteamericana. Autor de El día intermitente (Anagrama), entre otras obras con abundantes metáforas sobre las nuevas tecnologías, la obra de Millán intenta "explicar el mundo desde una alternativa del ensayo", pues es "un interesante artefacto de exploración de la realidad".
Cambio de gusto
Jacobo Stuart piensa que el papel del editor es de mediador: debe, o captar el gusto, o crear uno nuevo, o reunir lo disperso. Y es obvio que en España se ha producido un cambio de gusto: vuelta a lo narrativo, abandono de lo ideológico, y ahora, necesidad de reflexión. Es la ley del péndulo: siempre vuelve, aunque ligeramente distinto.
El signo de la época es la subjetividad más radical, piensa el poeta José María Parreño, director del aula de cultura del Círculo de Bellas Artes, e incluso los teóricos hablan de cuestiones generales desde su individualidad, y a menudo en forma fragmentaria, con la invitación implícita al lector para que sea él quien hilvane la historia o el argumento. "En poesía no pasa nada", piensa Parreño. "Si se escribe bien, es una consecuencia de que se ha democratizado la enseñanza, no de otra cosa. La pregunta es si la poesía es capaz de ser contemporánea de sí misma".
¿Qué va a ocurrir? Beatriz de Moura: "Lo que más me gusta de este fin de siglo es que no se puede prever nada".
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