Francisco Rabal presenta la serie de televisión 'Una gloria nacional'
Un aspecto inimitable de este pequeño gran festival es su ingenio para que cada jornada ocurra un suceso extraído de la vida diaria del cine, de lo que ocurre o va a ocurrir en él. Si anteayer fue la súbita presencia de Ken Loach, el nombre propio ayer fue Francisco Rabal, que se prepara para electrizar -con Jaime de Armiñán y como en Juncal- a la televisión con una nueva serie: Una gloria nacional, que hasta en el título parece hecha a la medida de este colosal actor, de voz cascada, pícara y sentimental.
La nueva serie de Televisión Española ha causado revuelo en la 37 edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci). Gustó el primer capítulo y la pasión por ella ha ido calentándose a medida que las entregas de Una gloria nacional se sucedían a lo largo de las últimas jornadas de la semana. Prácticamente todo su equipo creativo se ha desplazado hasta Valladolid arropando a la fuerte presencia de Francisco Rabal.Rafael Alonso, Fernando Guillén, Emma Ozores y Jaime de Armiñán forman con el actor Francisco Rabal esa especie de piña humana que sólo se ve en los itinerarios de este viejo oficio, cuando tras unos cómicos existe un reciente camino común y el resultado de ese camino les sabe ahora a satisfactorio. Se percibe en ellos que están contentos de lo que han hecho, pues la comodidad de todo el equipo resulta contagiosa.
"Es una serie", dice Jaime de Armiñán, "sobre la persona de un viejo actor retirado, Mario Chacón, que es un personaje de ficción que compendia a muchos actores reales que he conocido. Es como una síntesis de su gremio. Lo he ideado como, un hombre vanidoso y engolado, como casi todos los grandes cómicos. Pero creo que este. tipo tozudo y malhumorado, interpretado por Rabal, conectará bien con la gente".
Cálido homenaje
Para Rabal, trabajar con Armiñán, sobre todo tras Juncal, es como "seguir siendo un viejo matrimonio. Nos entendemos a estas alturas sin decirnos nada, pues con un simple gesto ya está todo dicho".El veterano actor tiene reciente el cálido homenaje que se le ha tributado, primeramente en la Expo sevillana, y hace una semana en su Murcia natal. Pero Francisco Rabal ya recibe, allí por donde pasa, un homenaje continuado de la gente, un rito no ceremonioso de reconocimiento multitudinario: nadie le molesta o le interpela, pero nadie cuando le ve deja de mirarle hasta que desaparece detrás de una esquina o se lo traga una puerta. Su simple presencia es parte de nuestra identidad colectiva.
La presencia del equipo de creadores de la serie televisiva Una gloria nacional oscureció ayer al concurso de películas en la Seminci, que alcanzó hasta ahora su momento más gris. La belga Daens, y la suiza Los niños de la carretera, están lejos de ser malas, pero están cerca de ser las peores de las hasta ahora vistas, todas ellas excelentes.
Daens y Los niños de la carretera ahondan, como advertíamos en las películas presentadas ayer en Valladolid, en la línea de radicalidad política que crece en el cine a lo largo de los últimos años. El mundo va mal y el cine lo capta, a veces enrevesadamente y por los pelos, como ocurre en la solidísima Daens, donde las crispadas luchas de clases que se produjeron en la ciudad textil belga de Aalt adquieren de pronto una perturbadora vigencia.
Menos duro y forzado, más directo y evidente, es el revulsivo que lleva dentro la película suiza Los niños de la carretera, que narra un caso verídico de la brutalidad a que conduce el "racismo suave" que envenena el interior de la sociedad suiza. Ambas películas, presentadas en la Semana Internacional vallisoletana, tienen envoltorio de ficción melodramática, pero dentro, en lugar de las consabidas lágrimas, encontramos la sequedad característica de un documento duro como un puñetazo.
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