Stanley Miller, el científico que demostró el origen de la vida, no cree posible reproducirla en Marte
Stanley L. Miller, el científico norteamericano que demostró experimentalmente el origen de la vida sobre la Tierra por una reacción química, no cree que sea posible reproducirla artificialmente en Marte, como se plantea un programa de la NASA. En cambio, las atmósferas de Júpiter, Saturno y- Titanio están en estos momentos sintetizando los elementos químicos que se consideran precursores en la aparición de la vida. La gran incógnita sigue siendo, según Miller, cómo esos elementos esenciales reaccionan hasta convertirse en las complejas estructuras que hoy constituyen la vida sobre el planeta.
Stanley L. Miller, profesor de Química de la Universidad de San Diego (California), se encuentra estos días en Barcelona invitado por la Generalitat para impartir diversas conferencias. El investigador norteamericano, que ahora tiene 62 años, asombró al mundo científico en 1953, cuando apenas tenía 23, al demostrar que la vida había aparecido sobre la Tierra de forma totalmente espontánea, como ya habían apuntado teóricamente Oparin, Haldane y Urey. Miller logró sintetizar aminoácidos, uno de los componentes esenciales de la vida, a partir de una mezcla estéril de los gases que formaban la atmósfera. El experimento demostraba por primera vez que los aminoácidos -elemento que constituye las proteínas- y otros compuestos de las células habían aparecido por una reacción química a partir de moléculas sencillas.
Cómo las sustancias orgánicas simples evolucionaron hasta desarrollar, estructuras complejas capaces de autorreproducirse es un misterio que todavía está por desvelar, aunque, según Miller, la ciencia estará en condiciones de dar una respuesta en poco tiempo: "Lo que sí sabemos es que el proceso que dio lugar a la vida orgánica fue muy rápido, apenas unos 10.000 años".
La NASA se ha planteado la posibilidad de crear artificialmente las condiciones necesarias para que se desarrolle vida en el planeta Marte, bien llevando a ese planeta un determinado tipo de algas para que puedan reproducirse, bien arrojando los aminoácidos y sustancias básicas necesarias para que la vida comience desde cero.
"No creo que estos experimentos puedan tener éxito. Las pocas sustancias prebióticas que pudiéramos llevar serían rápidamente destruidas por el alto nivel de oxidación. En Marte, el. ozono no se concentra en la parte superior de la atmósfera, como en la Tierra, sino en la superficie, y consumiría muy rápidamente las moléculas que pudiéramos llevar. En cuanto a la reproducción de algas, soy también pesimista porque las algas necesitan mucha humedad y la atmósfera de Marte es muy seca y muy fría".
Rojo y viscoso
Miller considera,' sin embargo que antes de abordar estos experimentos debería formularse la pregunta de "si tenemos derecho a cambiar la ecología de otro planeta". Observar el proceso sería, en cualquier caso, tan fascinante como lo fue para él observar lo que ocurría en el interior de su probeta en apenas una semana ' . Miller era un precoz y tenaz estudiante que no se planteaba dar la campanada, sino hacer una buena tesis doctoral. Y para ello pidió a Harold C. Urey, premio Nobel de Química en 1934, que se la dirigiera.
Miller depositó en un recipiente, una mezcla de amoniaco, vapor de agua, hidrógeno y metano, y comenzó a bombardearla con descargas eléctricas y luminosas. En las primeras horas, la mezcla parmeneció completamente transparente. Pero al segundo día, el líquido que se condensaba comenzó a volverse rosado. Siete días después era ya de un rojo intenso y ligeramente viscoso. Al analizar las sustancias resultantes, Miller encontró dos aminoácidos y otros compuestos químicos que hasta entonces se creía que sólo las células vivas podían producir. Por esas mismas fechas, otro equipo del mismo laboratorio calculaba cuánto hacía que había aparecido la vida en la Tierra. La conclusión no tardó en llegar: la vida surgió. hace 4.550 millones de años.
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