Los últimos liberados del 'Gulag' afirman que aún quedan presos políticos en Rusia
Los últimos 10 presos del Gulag, puestos en libertad el viernes, podrían no ser realmente los últimos si nos atenemos a sus propias declaraciones. "Quedan presos políticos en cárceles de Rusia. Conozco a uno que sigue en Perm-35, de donde acabamos de salir nosotros", afirmó Víktor Makarov, un ex agente del KGB condenado por descifrar información secreta para Occidente. Su afirmación obtuvo el asentimiento de los otros cuatro ex presos que, junto a él, comparecieron ayer ante la prensa.
Ígor Fedotkin, de 24 años, condenado por secuestrar un avión para huir de la URSS, dijo que el indulto que les ha concedido Yeltsin "no es más que un intento de hacer méritos ante Occidente"."He salido de una cárcel, pero he entrado en otra mucho mayor", afirmó Makarov en otro momento de la conferencia de prensa. Su pretensión es abandonar el país para instalarse, a ser posible, en Gran Bretaña. El ex agente del KGB justificó su afirmación de que seguía habiendo presos políticos explicando que desde 1988 ya no se condena por alta traición u otros delitos que pueden tener connotaciones políticas, sino que los disidentes han ido a parar a la cárcel bajo acusaciones comunes.
Teimuraz Ramishvili, un alto funcionario del Ministerio de Exteriores de Rusia, insistió ayer en declaraciones a la agencia Interfax que "no queda en el país ningún preso político" y subrayó que su ministro, Andréi Kozyrev, partió ayer hacia Ginebra para intervenir precisamente ante la Comisión para los Derechos Humanos.
Borís Yuzhin, de 49 años, es un ex agente del KGB condenado por pasar información al FBI en la época en que estuvo trabajando en EE UU bajo la tapadera de periodista. "Estoy orgulloso de todo lo que hice y volvería a repetirlo", afirmó. "Nosotros no traicionamos a la patria. Queríamos que cambiara", subrayó Vladímir Potasov, de 42 años, ex funcionario del Instituto de Estudios de EE UU y Canadá.
La historia más tierna es la de Alexandr Dolzhikov, de 32 años, que ha pasado casi nueve en la cárcel. Desertó cuando servía como soldado en una unidad de misiles dirigidos hacia China. "Yo no podía hacerme cómplice del holocausto", explicó. Por ese motivo, cruzó la frontera y se puso a trabajar con los chinos en una refinería de petróleo. "Pero la nostalgia me llevó a volver a Jabarovsk". Y allí fue arrestado.
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