Y Shamir no se levantó...
Isaac Shamir había amenazado con levantarse de la mesa si sus adversarios palestinos se arrogaban la representación de una Organización para la Liberación de Palestina a la que tanto ha vilipendiado. Haidar Abdel Shafi, el jefe de los delegados palestinos, habló en su discurso de "nuestro reconocido liderazgo" y de "nuestra dirección (...) que simboliza nuestra identidad nacional y nuestra unidad", pero omitió mencionar sus siglas. El primer ministro israelí no se levantó.Después, el orador volvió a la carga recordando en su alocución que "la OLP lanzó una iniciativa de paz" en 1988, cuando su Parlamento en el exilio aceptó la existencia del Estado de Israel. Shamir tampoco se levantó, pero, acaso para desahogarse, entregó un mensaje a su viceministro de Asuntos Exteriores, Benjamín Netanyahu.
A la tercera no fue la vencida. Shafi pronunció otro nombre maldito para los israelíes, el de Yasir Arafat, cuyo famoso discurso de 1974 ante la Asamblea General de Naciones Un'das, con la rama de olivo en la mano y la pistola al cinto, evocó. El premier israelí debió considerar que el orador no había aún sobrepasado los límites que él autorizó. Hizo un movimiento rotatorio en su silla, pero permaneció sentado.
Con el gesto adusto que le caracteriza, Shamir, de 76 años de edad, aguantó impertérrito cada una de las miradas desafiantes que, por encima de sus lentes, le lanzaba ese cirujano de Gaza de 72 años que los israelíes deportaron dos veces, al desierto del Sinaí y al Líbano, y que ahora encabeza la rama palestina de la delegación conjunta con Jordania.
En menos tiempo del que le había sido impartido por los copatrocinadores, el presidente de la Media Luna Roja de Gaza hizo una dramática descripción de la situación de unos territorios ocupados en los que "uno de cada tres niños palestinos ha sido muerto, herido o detenido". "Mientras hablamos, miles de nuestros hermanos languidecen en los campamentos y cárceles de Israel".
Sentado al lado del imperturbable Shamir, Netanyahu no paraba de denegarlo con la cabeza mientras en los rostros de los palestinos sentados en la sala se podía leer una expresión de orgullo.
Las denuncias alternaron con evocaciones literarias y con propuestas de convivencia. "Estamos dispuestos a vivir a vuestro lado (...)", proclamó Shafi. "Compartir, sin em argo, requiere a los dos socios compartir por igual". Concretamente, aceptó un periodo interino antes de disponer de un Estad.o propio con Jerusalén como capital que, afirmó dirigiendose a los Jordanos, se confederaría. con el Reino hachemí.
La sesión de tarde en el Salón de Columnas del palacio de Oriente empezó, sin embargo, de forma más distendida que la vispera. Cómo les tocaba de nuevo el turno de palabra, los jordano-palestinos habían ocupado los primeros sus 14 asientos. Shamir y su séquito llegaron poco después, y por primera vez el primer ministro esbozaba una sonrisa mientras miraba la bóveda pintada por el italiano Giacquinto. Cuando se sentó en la mesa hizo incluso un saludo con la mano a uno de sus adversarios, Elías Freij, alcalde cristiano de Belén desde hace 19 años, y acaso el más moderado de la delegación conjunta.
Apretón de manos
El secretario del Gobierno israelí, Elyakim Rubinstein, fue incluso más allá. Con su kipa (especie de birrete cardenaficio que se colocan los judíos más piadosos), cruzó el salón hasta dar un apretón de manos al grueso de la delegación enemiga.
Rubinstein será, dentro de poco, el interlocutor de los jordano-palestinos, cuando se inicie la segunda fase de la conferencia consistente en conversaciones bilaterales. Los israelíes no intercambiaron, sin embargo, ningún saludo con sus otros dos adversarios, libaneses y sirios. Con los egipcios charlan, en cambio, a menudo.
Entre periodistas de: ambos bandos, el ambiente era algo más relajado. Mientras esperaban acceder al Salón de Columnas, los enviados del rotativo hebreo Haaretz departían en árabe con el editor de Al Shaab (La Voz), un diario de: Jerusalén oriental. El corresponsal de Techrin, el principal rotativo de Damasco, no se arriesgaba, sin embargo, a entablar el diálogo con sus colegas israelíes. Aún persisten muchos tabúes.
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