Una compañía estupenda

Después de tres años como profesional, el Ballet de Víctor Ullate es una estupenda compañía clásica, comparable a otras europeas y sobresaliente de muchas por el rigor de su trabajo y la entrega de los bailarines.Su presentación en la Zarzuela, abriendo la temporada en lugar de hacerlo las compañías oficiales (el Ballet Nacional ni siquiera comparecerá este año), es una prueba de resistencia que continúa hasta el sábado. Con varios lesionados sustituidos por los infatigables puntales -María Jiménez, Silvia Arilla, Ruth Maroto- y dos nuevos elementos que no desmerecen -Elena Travesedo y Ángel Corella-, el ballet ha estrenado además cuatro de las seis obras en cartel.

Grosse fuge e In and out son dos piezas muy distintas de quien se considera padre de la escritura coreográfica holandesa. En la primera,Van Manen se sumerge en la música y busca la densidad de expresión con movimientos de autoafirrriación física. En la segunda, su elta su vena socarrona, hace un guiño al espectador (primero le aburre y luego le sorprende) y divierte a los bailarines.

La pieza que estrena Ullate, en el más convencional estilo Kylian, es sentimental, con variaciones referidas a la tierra y el texto (Once canciones hebreas), y alusiones folclóricas. Sólo por éstas la obra tiene momentos destacables, pero pierde el ritmo entre las escenas.

En los extremos del programa, las dos obras más difíciles, que los bailarines perfillaron al máximo. El Allegro brillante fue una novedad deliciosa, que logró la composición y pulso necesarios, con más momentos de dominio que rigideces. Por el contrario, la Thinking twice, de uno de los últimos valores holandeses, J. WIsman, no tiene tan justificado el esfuerzo que exige.