Un director sin gracia

En el ciclo de Ibermúsica Orquestas del mundo actuó el jueves, en el Auditorio Nacional, la Sinfónica de la BBC: 60 años de gran historia a lo largo de los cuales jamás decayó la calidad. Con una formación así, los resultados dependen siempre de "las manos en que esté el pandero". Las del germano-austriaco Lothar Zagrosek (Waging, Alemania, 1942) lo son de maestro seguro, con especial hoja de servicios en favor de la música contemporánea.Esta vez se trataba de insistir sobre La gruta de Fingal, la perfecta obertura de Mendelssohn, y la Segunda sinfonía de Brahms. Lo más moderno del programa era el Concierto para violonchelo, de Edward Elgar. Data de 1919, pero ya por aquellas calendas debió sonar anticuado. Cierto que con Boris Pergamenschikov, poseedor de una técnica poderosa, los pentagranias de Elgar brillaron al máximo.

El equilibrio entre todos los individuos y secciones de la orquesta raya con lo perfecto, al igual que la calidad sonora. Pero la poética de Zagrosck es de arte menor. Su preocupación parece ceñirse a lo arquitectural y a la buena continuidad. Tiende hacia unos tiempos apresurados.

Fue largamente aplaudido, aunque las ovaciones se calentaron cuando la orquesta se puso en pie. Hubo tres propinas propias del concierto de Año Nuevo en Viena. Con lo que la audiencia salió pensando que había asistido a un concierto mejor de lo que en realidad fue.