Ceccato culmina Schumann

El milanés Aldo Ceccato ha culminado su cielo dedicado a Schumann en pleno clima de triunfo. Ceccato parece habernos querido dar cuenta, antes que de sus posibilidades como conductor espectacular, de su condición de músico hondo, sensible y bien preparado. Schumann constituye una exigente medida para tal empeño, y desde ese autor constantemente recordado / olvidado, el maestro ha hablado en el más alto lenguaje conceptual y, estilístico de la música puesto al servicio de una sustancia y un sentimiento radical bastante complejo como fueron los del gran romántico alemán.Sin embargo, Schumann, en su vario repertorio orquestal, nos llegó explicado y clarificado. En el caso de las Cuatro sinfonías, Ceccato ha utilizado la revisión que de los pentagramas schumannianos hiciera Gustav Mahler, detalle que quizá no ha sido suficientemente subrayado. En su trabajo pretendió Mahler, quizá el primer gran director moderno de la historia europea, evidenciar en sumo grado las intenciones del compositor. Sus retoques se refieren principalmente a la apertura de la textura instrumental, a la clarificación de las líneas temáticas y los diseños rítmicos, al perfeccionamiento del frasco y la dinámica y a la reinstrumentación de ciertos pasajes.

Acompañaban a la Cuarta sinfonía, soberbiamente detallada por Ceccato sin solución de continuidad, la Obertura para Manfredo, de Byron, estrenada con el resto de la música incidental en 1852, y el Concierto para cuatro trompas, de 1850. Esta vez, el protagonismo solista se repartió entre cinco instrumentistas, decisión no plausible en principio. Sí lo fueron los resultados obtenidos por Miguel Ángel Colmenero, Salvador Navarro, José Enrique Rosell, Antonio Colmenero y Salvador Ruiz Coll, quienes, en unión de Ceccato y sus compañeros de la ONE, extrajeron de la página todo el misterioso encanto que encierra.