La sardina, al hoyo
El carnaval fue enterrado ayer con el mismo frío y tristeza con el que empezó

El entierro de la sardina se celebró ayer entre gritos aislados de histeria, estridentes aullidos y quejas ñoñas, pero sin las lágrimas de dolor que este rito pagano se merece. La sardina, auténtica, tuvo un pequeño ataúd de latón dorado y un séquito compuesto en su mayoría por personas de avanzada edad, que, de luto o de calle, siguieron con más devoción que nadie este entierro, tan frío y escaso como el resto del carnaval madrileño.
La Alegre Cofradía del Entierro de la Sardina repartió antes de salir un papel rosa con la letra de la canción que todos debían corear al son de los ocho músicos que acompañaban al entierro. Pero nadie cantaba y la música de charanga fue el ritmo del sepelio.La letra, que debía ir acompañada por música de la Marina, decía: "Venimos a enterrar nuestra sardina / de pena partido el corazón, / tan hondo es el pesar que nos invade, como si el muerto fuera un tiburón. / Sardina, sardina, sardina, / te vamos a enterrar, jamás te podremos olvidar. Querida sardina, no nos abandones, / tus fieles amigos consuelo no hallarán. / Aquí llegamos de tierras muy lejanas, / todos fieles a nuestra tradición, / para rendirte últimos honores / en esta triste y fúnebre ocasión".
La plaza de San Antonio de la Florida fue desde las 15.15 el escenario de una pequeña comida y verbena popular. La orquesta Sabor Latino, compuesta por tres músicos y una cantante, amenizó la fiesta con música de charanga a los pocos pero activos participantes. Los más jóvenes miraban, mientras los más mayores bailaban y cantaban. Elvira y Paquita, a sus 69 y 72 años, respectivamente, no paraban. "Somos muy madrileñas, de Vallecas y Leganés, y esto nos gusta mucho desde siempre. No vamos de luto, pero participamos igual", comentó Elvira, entusiasmada con un joven danzarín.
Con la aparición de la sardina comenzó la histeria. "Pero ¿por qué me has hecho esto? ¡Qué dolor tan grande, Dios mío, qué dolor! Pero qué bonito es este entierro", gritaban las mujeres, verdaderas protagonistas del entierro. Dos amigas, Laura y Esther, de 60 y 73 años, respectivamente, dicen: "Esto es lo más típico del carnaval, lo más divertido, lo mejor".
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