La autopista del desierto
Quien desde la frontera francesa haya atravesado las autopistas del Mediterráneo hasta más allá de Alicante habrá podido constatar, además de la pobreza de servicios y el abandono de muchas áreas y tramos, la casi total falta de arbolado (y, por tanto, de sombra, sobre todo en verano) en una de las regiones más feraces de España, dando la eterna sensación de que África empieza en los Pirineos.A lo largo de 700 kilómetros no se encuentra ninguna área de relax, hostelería, carburantes u otros servicios en la cual se pueda descansar bajo una buena sombra, y mucho menos explayarse como en los pique-nique (picnic) extranjeros, dotados de agua potable, aseos, duchas (en Suiza, incluso calientes), parques infantiles, juegos, paseos (promenades) y otros esparcimientos necesarios en rutas largas, especialmente turísticas y vacacionales, y no digamos nada para pernoctar caravanas y similares, que en Europa tienen destinados los mejores espacios en las zonas más llanas y tranquilas.
El algunas áreas, las zonas de aparcamiento están llenas de argelinos durmiendo en el suelo por falta de terrenos adecuados y con peligro de morir bajo las ruedas de algún vehículo despistado, todo lo cual dice muy poco en nuestro favor y mucho menos de las concesionarias y Gobiernos de turno.
Todavía se echa mucho de menos la falta de más zonas de relax o aparcamiento, que son simples desvíos donde arreglar una avería, estirar las piernas o llamar por teléfono (eterno drama de las autopistas y ciudades españolas, pues ninguno funciona, aunque sí se traga las monedas), aparcamientos que se alternan con las áreas de servicio o de restauración, de forma que vienen a encontrarse cada 10 o 15 kilómetros, y no cada 40 o 60.
A propósito de esto, en España existe la extraña y nefanda costumbre (¿quién dará esta orden?) de inutilizar o impedir con zanjas el acceso a los tramos y curvas de carretera que se abandonan por nuevas obras. En casi todos los países, estos tramos sirven también, más o menos acondicionados, de relax y para emergencias, cosa que es lo lógico y natural, pues su mantenimiento cuesta muy poco comparado con la carretera. Rutas hay que en más de 40 kilómetros sin pueblos no tienen donde detenerse ante una emergencia, pues no existe ni arcén; esto es incomprensible en nuestros días y aumenta extraordinariamente el riesgo de accidentes.
Nos acercamos a Europa, pero a este paso no llegaremos nunca.-
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