Escándalos y escritores
El KGB, bajo la dirección de Yuri Andrópov, ayudó a muchos intelectuales de los años del estancamiento a evitar los rigores de la ley, dice Bobkov.También dice que no quiere dar nombres porque tal vez los aludidos, en lugar de sentirse agradecidos, se sentirían incómodos. El KGB, señala, "no tuvo nada que ver" en dos de los escándalos más sonados de la represión cultural en época de Leonid Bréznev; a saber, la persecución hasta el exilio de los autores del almanaque literario Metropol, públicado en Occidente en 1979, y la destrucción con un tractor de una exposición de arte vanguardista en un solar de Moscú en 1974.Hombre disciplinado
En el caso de, Metropol, el KGB era "el único organismo que proponía editarlo en la URSS". En el caso de la destrucción del tractor, los responsables fueron "gente lanzada, pero no del KGB", que, según Bobkov, "puso a salvo" a quienes cayeron bajo las palas de la máquina.
"Hubo ocasiones", dice, "en que debía aplicarse la ley a alguien y en las que una conversación con esta persona (no diré nombres) resolvió el problema".
"Estos ejemplos son muchos". ¿Puede Bobkov mencionar el nombre de un artista o escritor a quien ayudase? "Puedo", exclama echándose a reír, "pero no quiero". Tampoco quiere el funcionario contar cómo se vivió desde dentro del KGB la deportación de Alexandr Solzhenitsin en 1974. Al hablar de escritores, su favorito es Antón Chéjov, a quien lee "cuando me va muy mal". Entre los extranjeros prefiere a Ernest Hemingway. "Si la humanidad no supiera lo que es disciplina, habría que invertársela", dice Bobkov, atribuyendo la frase a Hemingway.
El alto funcionario, al que le gustó la película Moscú no cree en las lágrimas, es sin duda un hombre disciplinado. "No lamento lo hecho, porque me parece que lo hice en nombre del pueblo y la sociedad, y no creo haber hecho mucho mal a mis conciudadanos", dice riendo.
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