Moluscos

Los hombres sueñan con tener ideas, pero son las ideas las que tienen a los hombres y los llevan de un sitio a otro haciéndoles creer que realizan un proyecto personal, un destino. Así, unos abrazan la abogacía, la lógica; algunos se hacen forenses, ginecólogos o políticos. Pero todos se mueren, mientras que la idea que creían tener en propiedad sigue viva, dispuesta a vampirizar otro cuerpo. Hay ideas que permanecen a través de los siglos; otras, para sobrevivir, necesitan cambiar, transformarse, pero eso no significa ningún esfuerzo para ellas porque poseen mayor capacidad de mutación que el virus de la gripe, que cada año es distinto, aunque sus efectos son los mismos.De todos modos, las ideas, a base de utilizamos, van dejando algo de sí mismas en nosotros. Por ejemplo, cuando las ideas se sacuden la caspa, se cortan las uñas o pierden el cabello, todos esos residuos que ellas desprecian caen en el interior de nuestra alma y con todo ello se va formando el subconsciente, que es el único valor real con el que contamos, aunque no lo entendemos. Ahora bien, dice Kundera que hombres hay muchos; que ideas, pocas. De manera que si dividimos el número de ideas por el número de hombres apenas nos toca a cada uno un pensamiento minusválido. Y eso con suerte. Hay gente a la que no le toca nada y, como la nada carece de epidermis, hay gente que se queda de golpe sin ideas y sin subconsciente. O sea, que hay personas con menos trastienda que un molusco. Si ustedes leen los diálogos entre Palop y Sanchis, o las podridas declaraciones de Juan Guerra, advertirán enseguida que estas personas tienen que carecer de subconsciente y, por tanto, de ideas. A lo mejor a algunos les da miedo que sujetos así estén tan cerca del poder. Dejarán de preocuparse si reflexionan que el poder no es más que otra idea, de la variedad de las carroñeras, eso sí. De ahí que necesite alimentarse de cerebros invertebrados y blandos, sin trastienda, como los de los moluscos. En fin.
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