Recital de innovación

Los asientos de la sala son cómodos hasta el exceso, pero no parece ésta razón suficiente para la escasísima asistencia de público a un concierto que se presentaba como importante, y lo fue. Un Jorge Pardo en forma y el primer concierto de Enrico Rava en Madrid, no alcanzaron el centenar de espectadores, aunque hubiera música para unos cuantos miles.En la actualidad, Jorge Pardo es un músico hecho -tanto como para seguir formándose-, cabeza de fila de la generación hoy treintañera de jazzmen madrileños. En esta comparecencia los habituales teclados electrónicos fueron sustituidos por el pianoforte de José Luis Torres mientras Víctor Merlo y Carlos Carli seguían en el bajo y la batería. Pardo se prodigó más en la flauta que en el saxo tenor, y el cuarteto mostró que hoy pueden estar más cerca del jazz europeo que del jazz español de hace unos años. Siguiendo el programa, se incorporó a la banda Pedro Ruy Blas, un cantante que puede ser fuertemente comunicativo en el espacio de un club, pero que en este concierto no llegó a encontrar el punto en el que puede resultar más apreciado.

Enrico Rava cumple 50 años el próximo mes de agosto y está en su leyenda que fue en un concierto de Miles Davis, en 1957, cuando decidió ser trompetista. Escuchándole, puede llegar a parecer que lo que se propuso fue no tanto ser trompetista como ser Miles Davis. Parece utilizar su mismo lenguaje, desde el concepto rítmico en attaco, la modulación en los registros medios y la idéntica noción del tiempo. Y lo más atractivo es que no parece un imitador, una voz impostada, sino su verdadera y natural expresión. El concierto fue un verdadero recital de innovación que alcanza los últimos 30 años de nuestra historia. Se despidieron con un tango, y Rava pudo hacer saber que más allá del legado de Miles Davis está toda una concepción propia, una expresión con las expresas señas de identidad de la alegría. Debe volver.