Dos rostros de la copla

Lo de Marifé es tremendo. Cada canción suya es una tragedia doméstica que ella representa, escenifica, en el mejor estilo desmadrado de las grandes estrellas del cine mudo: grita, llora, se queja, susurra, se emborracha, dice palabras de amor, de celos, de ira, de reproche... Lo importante no es lo que dice, sino cómo lo dice, con un realismo desmesurad% desmelenado, acongojante.En esta línea tremendista de la copla, Marifé de Triana es la reina, y su público se lo hace saber, piropeándola, elogiándola, mimándola. El público de las cancioneras españolas es único. Cada actuación de una de ellas es clamorosa. Marifé gozó de una auténtica apoteosis triunfal.

Como había gozado antes Lola Sevilla, quien nos presentó una cara más amable de la copla. Amplia la sonrisa, abierta, aunque cambie rápidamente al gesto grave cuando el drama lo exige. Lola rezuma simpatía por todos los poros de su cuerpo. Quizá su forma de moverse en escena sea mucho más mecánica, esquematizada, con lo que no quiero decir que lo de Marifé no esté estudiado, rigurosamente preparado momento a momento. Cada una en su estilo, dos estrellas de brillo popular imperecedero.