Los sábados, música de cámara

Orquesta Reina Sofía

Solista: Cristina Bruno, piano: Director: Max Bragado. Obras de -Mozart. Teatro Albéniz, 1 de abril.

Trío Chaikovski

Obras de Beethoven y Shostakovitch. Hotel Ritz, 1 de abril.

La vida musical madrileña parece regida, desde hace mucho tiempo, por el azar; pero el azar puede resultar ordenado y hacer de los sábados, por ejemplo, el día de la música de cámara. Por la mañana tuvimos conciertos de Mozart en el Teatro Albéniz dentro del ciclo de la Comunidad de Madrid; por la tarde, tríos en el Salón Real del hotel Ritz. En ambos casos, alta música y excelentes versiones.Cristina Bruno, una pianista que se prodiga mucho menos de lo que deseáramos, interesa siempre. Sus conceptos estéticos parten de una rigurosa actitud ética. "Hay que hacer justicia a la música", suele decir a la manera de su maestro Celibidache. Así, la interpretación de tres conciertos de Mozart, tan diferentes como el número 12 en la, el 16 en re mayor y el célebre 21 en re menor, constituye para Cristina Bruno antes que toda otra cosa un acto de responsabilidad.

Quien escucha y quien critica debe poner, como la pianista, la categoría por encima de la anécdota, según la manida formulación d'orsiana.

Sucede que de esa exigencia radical se derivan otras muchas exigencias de detalle a las que Cristina Bruno atiende con preciosismo en el sonido, el fraseo, la respiración, los acentos y la lógica. Una de las hazañas de Cristina Bruno en la evolución de su estilo ha sido la de situar en su justo lugar, sin matarlo, un cierto inspiracionismo inicial para dar paso al reinado de la lógica y la serenidad.

Adversidades

Desde estos principios, entendidos en su más honda y rica significación, gozamos y aplaudimos el domingo el Mozart de Cristina Bruno, al que prestó valiosa colaboración la Orquesta de Cámara Reina Sofía, dirigida por el maestro Max Bragado con su habitual seguridad y natural ponderación. Que los ensayos no habrán sido los necesarios o que la acústica del Albéniz no es la ideal, bien lo sabemos. Pero el verdadero arte es capaz de sobrenadar esas y otras muchas adversidades.

En el hotel Ritz el Trío Chaikovski, formadc, hace 14 años por el pianista Konstantin Bogino, el violinista Pavel Vernikov, y el violonchelista Anatole Liebermann, hizo perfecta música de cámara en dos capítulos: Beethoven, con el Trío número 1 de la opus primera (1794), y Shostakovitch, con el Segundo trío en mi menor, que le valió en 1944 su segundo premio Stalin.

Obra lúcida y hasta luminosa a pesar de cierto trasfondo, patético, tras sus pentagramas se transparentan recuerdos personales y evocaciones de amigos: Sollertinski, Nicolás Rubinstein y Madame von Meck y, naturalmente, también el propio compositor.

Cercano en el tiempo a la octava sinfonía, el trío en mi menor no participa demasiado de su ethos, y en conjunto se alza como una partitura admirable por su belleza y su originalidad renovadora del pasado. Ante los aplausos, los intérpretes soviéticos ofrecieron, como propina, una transcripción de la melodía En el baile, de Chaikovski.