Alberto quiere una moto
El niño al que una bomba "etarra" mutiló en Rentería hace siete años ha ganado una demanda al Estado
Aquella bomba abandonada en la calle que le hizo saltar por los aires en Rentería hace siete años, cuando tenía 10 de edad, no ha conseguido convertir a Alberto Muñagorri en un muchacho taciturno. Hoy, aquel niño guipuzcoano capaz de quebrar con una sonrisa la inquietud colectiva que se asomaba a su cama en el hospital sigue conservando un semblante vivaracho, juguetón , dispuesto para la risa. Esa seriedad tan transparente, patrimonio exclusivo de los niños, que Alberto mostraba también en su convalecencia, parece haberse transformado en serenidad y firmeza.
Ayer, Alberto decidió que no quiere volver a ser noticia. Se lo dijo con mucha naturalidad a los primeros informadores que llamaron a su casa de Rentería. Dejó el teléfono descolgado y luego se marcho a casa de un amigo para evitar que nadie le localizara. Las anginas le eximían de acudir al centro de Formacion Profesional de Rentería donde cursa tercero de Administrativo.Una sentencia del Tribunal Supremo conocida en la noche del martes obliga al Estado a indemnizarle con una suma superior a los 20 millones de pesetas. La decisión fue acogida con alborozo por la familia Muñagorri, desalentada ya por las dificultades de sus reclamaciones judiciales, pero hace ya mucho tiempo que la alegría campea en esa casa. Sus familiares, sus amigos y conocidos se asombran de la capacidad de recuperacion psicológicamostrada por este muchacho de 17 años que podrá ahora hacer realidad su sueño de comprarse una moto.
Gracias a la pierna ortopédica que le colocaron hace tiempo, Alberto es capaz de escalar en bicicleta un puerto de montaña y sigue jugando al baloncesto, su otra afición. Por lo visto, no le gusta estudiar, sus notas no resultan muy brillantes, sin ser malas. Alguna vez ha dicho que quiere ser camionero, aunque también anunció, tras su paso por los hospitales -cuatro operaciones quirúrgicas-, que lo suyo era ser médico.
Sin traumas
Personas que le conocen bien afirman que verdaderamente no parece estar traumatizado por los efectos de aquella bomba terrorista -pérdida de un pie, de un ojo, un testículo, cicatrices en su cuerpo-, y aseguran que no muestra rencor ni reacciona con especial virulencia cuando se comentan hechos violentos.Animoso, jovial y profundamente sensible, Alberto rechaza la sobreprotección de sus amigos con actitud algo similar a la que mostraba cuando se encontraba postrado en la cama del hospital. El otro día se cayó en la calle y respondió con una sonrisa y un gesto de autosuficiencia al movimiento institivo de su cuadrilla.
Álvaro Navajas, su abogado, dijo ayer que ha trabajado en el caso con gran empeño, impresionado por la grandeza de espíritu de este muchacho guipuzcoano: "Alberto ha sido mi acicate, él me ha hecho reencontrarme con la sensibilidad que poco a poco uno pierde en el ejercicio de una profesión como la mía".
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