El Sur
De cuando en cuando nos vamos hacia el Sur. Muy pocas veces pero con regularidad palmípeda: algunos catalanes dejamos de babear ante el silencio de Europa y el cuerpo nos pide los excesos del Sur. De Tarragona abajo ya todo es Sur, y las brújulas se invierten como si apareciera un nuevo centro magnético en las ingles del planeta.Los amigos Beltrán y Villena nos sugieren entrar en el medio sur asomados a las doradas texturas de un arrós a banda. Esculpen este arroz en La Rosa, un restaurante abierto en esta especie de Sausalito valenciano que es La Malvarrosa, donde los camareros transitan por el istmo que nos une al incontinente que todos llevamos dentro. Los escépticos dirían que se trata del mismo arroz de todos los veranos, pero acabamos de inaugurar el invierno y el frío convierte la pasión en mística y la piel en envase. Aquel arroz que en verano era paisaje, ahora es motivo de introspección y de duda. Avanzamos por el sur desconocido y no llegamos a comprender cómo las playas desiertas y los tendales desarbolados pueden ser, por unos centígrados más, objetos de veneración turística.
Más adelante, en el Gran Sur de Andalucía, junto a la nieve lacada de Granada o bajo. el estruendo del viento entre los parques de Sevilla, volveremos a pensar en la cantidad de Sur que se agita en los cromosomas septentrionales. En estos días no hay sur lejano. Se ven los esfuerzos del Guadalquivir para que no le confundan con el Sena y en los cajones se escucha un impaciente clamor de volantes almidonados. El Sur, en invierno, es el deseo de las voces y no de las manos, la cosecha del aire y no de las palabras. Algún día nacimos aquí, pero alguien nos debió agarrar por el talón y nos sumergió en un caldero de esencias nórdicas. En estos sures de hojas caídas y nubes blancas en las bocas del cante está tal vez el origen de todo: el lento fluir del vino, las primeras palmas, la evidencia que todos somos mitad moros, mitad griegos y, sin embargo, en nuestra extraña locura tecnológica hemos creído ser suizos y llevamos el reloj atrasado.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
Últimas noticias
Egipto intensifica las detenciones de ‘influencers’ considerados indecentes
Correos sube un 7,9% los sellos nacionales y un 5,5% los paquetes para 2026
Mueren un hijo menor y su padre intoxicados por humo en una vivienda de un pueblo de Palencia
Montero sobre la gestión sanitaria en Andalucía: “Moreno quiere coquetear con el copago”
Lo más visto
- Los ‘whatsapps’ de Mazón a Feijóo del día de la dana: “Un puto desastre va a ser esto presi”
- La revalorización de las pensiones queda en el aire por la negativa de la derecha a apoyar otras medidas sociales
- Juan Carlos Ferrero: “Más que dolor, siento pena; los finales siempre son tristes”
- El líder groenlandés responde a Trump: “Groenlandia es nuestro país. Nuestras decisiones se toman aquí”
- Zelenski confirma que cualquier pacto con Rusia deberá ser ratificado en referéndum




























































