Dos asesinos para matar a un Papa

El general Viviani tiene su propia teoría sobre el atentado al Papa, en la plaza de San Pedro del Vaticano, en mayo de 1981. No se interesó oficialmente por el caso, en tanto no era de su competencia, pero explica que para cualquier agente secreto es uno de los retos más fascinantes descubrir lo que oculta el atentado del siglo.Para el general, el famoso personaje que aparece en la plaza de San Pedro la tarde del atentado, que escapa con una pistola en la mano y al que nadie ha podido identificar, no era, como se ha dicho, un guardaespaldas de Alí Agea.
Muy al contrario, era la persona que debía ejecutar a Agea inmediatamente después de que éste hubiese disparado al Papa. Si no lo hizo fue porque una monja inmovilizó al agresor agarrándole por la camisa.
Según el ex jefe del contraespionaje, para analizar el atentado del siglo es necesario escribir en tres columnas las fechas de lo que ocurría entonces en Polonia, los movimientos de Alí Agea y lo que sucedía en Italia, donde un mes antes del atentado en San Pedro, un mafioso, el médico que disparó a la pierna de Michele Sindona para simular un atentado, reveló a los carabineros que en el chalé de Licio Gelli podían encontrar documentos comprometedores.
Se trataba de las famosas listas de la P-2, que Gelli tenía empaquetadas para llevarse al extranjero. Su aparición hizo caer al Gobierno semanas después del atentado al Papa.
Viviani explica que cualquier servicio secreto sabe que cuando se prepara un gran atentado hay que hacer detonar en dicho país, al mismo tiempo, un gran escándalo que entretenga a la opinión pública. Afirma también que en el caso hipotético de que los servicios secretos de países comunistas hubieran organizado el atentado, escogieron a la persona idónea: Alí Agea. Hombre de extrema derecha, religioso fanático, inteligente como para seguir un plan y lo suficientemente exaltado como para poder aparecer como loco.
"En casos como el de un atentado de estas característícas", subraya, "nunca se escoge a un asesino profesional".
Según Vivíani, "Alí Agea no sabía que el plan establecía que él debía morir después del atentado, y es posible que cuando lo descubra quizá se anime a revelar lo que sabe, por mero despecho".
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