Orgías de sangre

La escuela italiana del cine de terror tuvo durante los últimos cincuenta y primeros sesenta grandes hitos de la mano de Riccardo Freda (I vampiri) o Marlo Bava (La máscara del demonio, Las tres caras del miedo), con apreciables contrapuntos, como Ferrara, Pupillo o Polselli. De esa escuela queda hoy Darío Argento como fiel cultivador de un cine que pasa olímpicamente de la verosimilitud psicológica en aras del pastel sanguinolento.Lamberto Bava prorroga el glorioso apellido, pero sus macabras orgías de sangre no sólo están a años luz de las elegantes pesadillas de su padre, sino también de las de su maestro Argento, aquí, en Demons, productor y coguionista. Demons parte de una idea que más tarde desarrollaría con mejores resultados Bigas Luna en Angoixa: los espectadores de un cine sufren en sus propias carnes el mismo terror del filme que contemplan.

La película, para cuyo reparto parecen haber conseguido sus responsables los peores actores del mundo, no va más allá de ese atractivo punto de partida.