Estado de ruido
Es cierto quelos ruidos producidos por motocicletas, automóviles, terrazas de verano, etcétera, son molestos, y me parece de perlas que se exijan silenciadores en los tubos de escape o se multe a los chiringuitos con excesiva megafonía; pero todos estos ruidos, a mi juicio, no son nada comparados con los que producen los vehículos municipales, por ejemplo, los autobuses y sobre todo los camiones de recogida de basuras. Concretamente, en la zona donde yo resido, el problema resulta ya escandaloso (en el sentido más literal del término). Aproximadamente a la una de la madrugada el camión pasa por la acera de los números pares de la calle de Blasco de Garay, con el consiguiente estrépito y retemblar de cristales; pasado este primer sobresalto, me dispongo a dormir, pero una hora más tarde vuelve el dichoso artefacto, esta vez por la acera de los números impares: nuevo estruendo y nuevo despertar sobresaltado. Por fortuna, sólo hay dos aceras -pienso- y trato de conciliar el sueño otra vez; pero hete aquí que una hora después -y ya son las tres de la madrugada- vuelve a aparecer el mismo camión por la cercana calle de Meléndez Valdés. A estas alturas ya me resigno: todo esfuerzo por dormir tranquilamente es inútil.No obstante, y bien pensado, quizá deba estar agradecido a los responsables municipales. Si, como dice su cita de Schopenhauer, Ia inteligencia es una facultad humana inversamente proporcional a la capacidad de soportar el ruido", mi coeficiente intelectual debe estar creciendo a pasos agigantados noche a noche. ¿Qué importan los riesgos de aumento en la tensión arterial, aporte de colesterol a la sangre, cefaleas crónicas, sordera y, ¡oh, cielos!, impotencia sexual? ¿Qué importa que existan modelos silenciosos o poco ruidosos de este tipo de camiones y que ya se utilizan en algunas ciudades? Debo desengañarme: el Ayuntamiento todo lo hace en beneficio de la capacidad intelectual de los madrileños. Tantos desvelos resultan conmovedores.-
Juan Manuel Muñoz Aguirre
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