La soledad de Alan García.

El presidente peruano, Alan García, visitó inesperadamente el pasado domingo el penal limeño de Lurigancho, en el que está aún fresco el recuerdo de la matanza, perpetrada hace un año, de 120 presos acusados de terrorismo. En la cárcel, como muestra la fotografía, dialogó con los reclusos, indultó a un anciano de 84 años que cumplía una pena de 15 años por narcotráfico y anunció que estudiaría una amnistía para los presos políticos de Izquierda Unida, la segunda fuerza electoral del país. El domingo mismo, García negó la posibilidad de dimisiones en el Gobierno peruano, que, sin embargo, dimitió horas después en pleno al anunciar el primer ministro, Luis Alva Castro, que abandonaba su cargo. Las discrepancias entre el presidente García y Alva Castro, los tropiezos del equipo económico del que éste era titular y las ambiciones presidenciales para 1990 del jefe del Gobierno dimitido pueden servir para explicar lo ocurrido. La dimisión de Alva Castro, el más estrecho colaborador del presidente García, abre la primera crisis grave del Gobierno de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), en el poder desde mediados de 1985.Página 2