Una huelga insoportable
Una huelga insoportable. Ése era el título de uno de los dos editoriales de EL PAIS del 29 de abril último. No es la primera vez que este diario expresa preocupación y desazón a raíz de la ola de huelgas, sobre todo de determinadas huelgas. Algo está en el ambiente tratando de abrirse paso y de tomar cuerpo, algo que tiene que ver con el ejercicio del derecho de huelga.La huelga nació como instrumento de dignificación del trabajo y de reivindicación salarial, en condiciones de vejación y de desamparo individual e institucional del trabajador. Hacer huelga en condiciones así es mucho más que un derecho, más incluso que una obligación: es una necesidad perentoria del individuo y de la colectividad. Pero las condiciones de vejación y desamparo, al menos en Europa, pertenecen más al pasado que al presente.
En contrapartida han surgido el paro y la dificultad, si no la imposibilidad, de encontrar empleo. El trabajo se vivencia cada vez más como una suerte. Y, como pasa siempre con la suerte, ésta toca a pocos.
Si yo estoy entre los afortunados de la suerte, es posible que mi reivindicación de una suerte (léase salario) mejor sea justa, pero no dejará también de ser cierto que estaré operando desde un concepto miope y estrecho de justicia: la que a mí me conviene, o al grupo en el que yo estoy, que para el caso es lo mismo.
Esta concepción y práctica de la justicia tiene otros nombres y otras lecturas: egoísmo, insolidaridad. Pudiéndose producir la irónica paradoja de que el ejercicio de un derecho justo pueda convertirse en fuente de injusticia. Con nuestra lectura del pentagrama estamos desgraciando una hermosa canción.- Alberto Benito.
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