La protesta estudiantil
La selectividad universitaria no la ha inventado el actual ministerio ni otros anteriores. La selectividad en base a la capacidad intelectual existe desde la denostada Unión Soviética hasta el denostado Estados Unidos de América, pasando por todo el espectro de regímenes políticos y países. En España ha habido desde el siglo XIX otra selectividad, la económica, que se está perpetuando en nuestros días con las notas de bachillerato hinchadas en muchos centros privados y también públicos para facilitar el ingreso de los menos capaces en la Universidad y continuar con las injusticias ancestrales.Muchas de las plazas que actualmente ocupan en la Universidad determinados alumnos deberían pasar a ocuparlas personas que están, desgraciadamente, en el paro, o bien personas ocupadas en trabajos manuales y subalternos acreedores a plaza en estudios superiores por sus capacidades y voluntad de trabajo, pero que la selectividad económica se lo ha impedido.
Esgrimir que todo ciudadano tiene derecho a ingresar en la Universidad tiene el mismo sentido que un paralítico pretendiera formar parte del equipo olímpico o que un ciego pretendiera, como puesto de trabajo, una plaza de conductor de autobús. De la misma manera que los usuarios y peatones tenemos derecho a exigir que los conductores de autobús tengan, entre otras cualidades, una adecuada agudeza visual, también tenemos derecho a disfrutar de los servicios de los periodistas, médicos o arquitectos mejor preparados. Este derecho está muy por encima del derecho que muchos reivindican para estudiar medicina o enfermería, en detrimento de la salud de sus conciudadanos.
El derecho a la educación superior pasa por una auténtica igualdad de oportunidades, independientemente de la situación económica o la extracción social y en base a escoger a los más capaces.
Por otra parte, todos los ciudadanos deben poder acceder a la cultura, que no necesariamente pasa por la Universidad, sino por la escolarización de adultos, aulas para la tercera edad y buenas bibliotecas públicas para que lleguemos a ser un pueblo culto. En el bien entendido de que no debe escamotearse la auténtica cultura con el fraude de la mal llamada cultura popular para. consumo de los menos favorecidos-
Catedrático de Universidad. Murcia.
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