Fetos
En la comunidad autónoma donde vivo y trabajo se ha desencadenado una campaña institucional de moralidad pública que utiliza hasta a los fetos para tratar de salvarnos de nosotros mismos. Tan pía publicidad se basa en la silueta de una señora en estado de buena esperanza dentro de la que se introduce un brebaje alcohólico sin identificar, pronosticando que el feto será tan beodo como su madre. Otras veces la preñada fuma, y el feto nos envía su tosecita desde la placenta, una tosecita patética de nasciturus en apuros. Ahora leo que la misma institiación responsable de este uso y abuso del feto como ítem publicitario proyecta una cruzada contra los profesionales de la medicina que fuman, no tanto porque se preocupen por su salud como por el mal ejemplo que dan a sus clientes. Detrás de esta persecución del tabaco y el alcohol hay un Goebbels oculto que un día de éstos va a proponernos que dejemos de comer todo lo que pueda impedir la rectitud moral y física de Cataluña, caiga quien caiga, sean las judías con butifarra, sean las tripas con garbanzos, e incluso le puede llegar su hora al pan con tomate, habida cuenta de que una rebanada de pan con tomate tiene más calorías que un bisté.Más sensato sería recomendar simplemente la moderación en el beber, el fumar y el comer, acompañando alguna prueba de que el moderador no es simplemente un represor, sino una persona realmente preocupada por nuestra felicidad. Una muestra de ello sería que junto a la moderación propusiera que las señoras en estado fumaran panatelas cortos y anchos, muy refrescan-tes, de riguroso tabaco habano, o que a la hora de tomar una copa la preñada escogiera un Nuit de Saint Georges, si se trata de tinto, o un Sauternes, a media tarde, acompañado de variada repostería dulce o salada. Oiríamos entonces cómo el feto resoplaría de placer y hasta emitiría un precoz ¡gracias, mamá!, prueba evidente de su satisfacción de ahora y de su formación futura, cuando nazca sabiendo ya qué vino ha de beber y qué tabaco ha de fumar.
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