Lauro Olmo
En 1962, en plena gracia y desgracia del socialrealismo, amanecía en Madrid un autor nuevo en el género teatral, aunque no nuevo en la literatura: Lauro Olmo, el autor del volumen de cuentos Golfos de bien, que estrenaba La camisa, una obra de albañiles que venía a renovar a Buero, por la mayor inmediatez, casi barojiana, del lenguaje. Lauro Olmo, siempre con el suéter alto y la nariz aplastada de boxeador bondadoso y nada sonado, vivía por entonces en el madrileño barrio de Pozas, que era algo así como el corazón podrido de la gran manzana de Argüelles. Lauro luchó mucho por el barrio (hoy desaparecido), desde dentro, con la pluma y con la ley.Pero se tuvo que ir a vivir a la carretera de Andalucía. Madrid le exiliaba. Era el Madrid "absurdo, brillante y hambriento" de los 60. Lo cual que en La camisa se decía un taco, un coño, y la censura le ponía una multa diaria y modesta al autor por aquel coño. Lauro prefirió pagar la multa diaria a su primer el coño. Lauro tiene un cuento donde a un padre burgués, durante la cena, se le escapa un coño delante de su mujer y de su niño. Hay un fuerte silencio. El personaje se levanta de la mesa, sube al piso superior y se oye un disparo. Mejor la muerte que el deshonor ante los propios. Es un cuento digno de Chejov. Ahora, la tve. ha puesto la segunda comedia de Lauro, La pechuga de la sardina, inferior a la primera (no sé lo que pensará maestro Haro). Yo vi esta comedia en el desaparecido Goya, una tarde que me llevaron el poeta Manrique de Lara y la olvidada e inolvidable Sandra. Lo malo de la censura es que creaba indecisión, y Lauro Olmo ha sido víctima de su propia indecisión, que no era suya, sino motivada artificialmente por la censura.
En todo su teatro, mejor o peor, está presente Madrid y el madrileño del barrio de Pozas que sigue siendo Lauro, viva hoy donde viva. Lauro me presentó una vez, en el Lyon, a Artemio Precioso, hijo del famoso novelista porno de los 20. A. P. jr. había derivado hacia el exilio y la alta matemática. Ya decía Newton que sólo es ciencia lo que acaba reducido a número. Lauro es el socialrealista / madriles puro, aunque, como la trucha (más que como la sardina) se ha remontado a contracorriente hasta Arniches y don Ramón de la Cruz. Defendió Pozas como un señor feudal de la pobreza y no ha cambiado de suéter con los tiempos. Como tantos.
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