Desilusión en el estreno mundial de 'Stabat Mater', de Pergolesi

El estreno mundial de Stabat Mater pudo ser un homenaje especial a Giovan Battista Pergolesi a los 250 años de su muerte y un espectáculo propio de la Semana Santa, pero desilusionó a quienes lo presenciaron el pasado fin de semana en la basílica de San Francisco de Paula, de Nápoles.

El estreno, dirigido por Roberto de Simone, contó en su primera parte con la actuación de la actriz trágica griega Irene Papas, que hizo el recitativo de las Laudis alla Vergine, basadas en textos anónimos populares del siglo XIII, con música de Simone.

La presencia escénica de la Papas, que transmitió la intensidad del dolor de la madre por la muerte del hijo, dio a la primera parte del espectáculo valor universal de gran calidad, pese a la perturbación que en este monólogo aportaron los comentarios musicales creados por el director de Simone. Pero el clima de solidaridad y conmoción intensa de la representación se quebró durante la segunda parte.

El anuncio de esta primera representación mundial generó gran expectación de público y crítica.

De Simone es un director serio, heredero de la gran tradición musical napolitana, y por ello la pregunta que nadie consiguió responder fue con qué criterio escenificó esta obra escrita en 1735, con un texto del siglo XIII, referida a la Pasión.

El ambiente, más que el 1700 napolitano de tradición borbónica, recordaba el sur de los Estados Unidos de América. De la pasión de Irene Papas, situada en la Palestina de dominio romano del año cero de la era cristiana, se pasó a un escenario que reproducía una cruz, sobre la que se situó la orquesta, con la soprano Daniela Dessi y la contralto Bernardette Anca, con trajes que recordaban a la virgen de la Macarena, que situaron al espectador en otro espacio y otro tiempo.