La silla
La inmortalidad artística y filosófica ya no se consigue escribiendo una novela de muchas páginas o perpetrando uno de aquellos mayúsculos tratados de la argumentación con respuesta para todo. Ni siquiera se alcanza el viejo sueño de ser recordado por las generaciones venideras modernizando países cerriles, reformando leyes napoleónicas o haciendo la revolución en montañas, aeropuertos, desiertos, supermercados, selvas o zulos. Esos métodos sudorosos y a veces sangrientos de ocupar una página impar en la historia universal han quedado desfasados. Ahora mismo el privilegio de la inmortalidad artística, filosófica o vanguardista se logra diseñando una silla.Me refiero a una silla propiamente dicha, de tres, cuatro o más patas, con o sin respaldo, de nobles materiales primitivos o novedosos. Pero una silla que altere no sólo el modo de sentarse, sino el modo de producción industrial, histórico y estético. Todas estas trifulcas con sabor a tiempos rancios que están montando los, escritores del Pen Club en Nueva York son el síntoma inequívoco de la sustitución de la escritura del relato por la escritura de la silla. El arte de novelar ha dejado de ser el gran discurso mítico en el que habla y se reconoce esta sociedad. Antes, una inédita manera de contar historias, crear personajes o adjetivar sentimientos simbolizaba inmediatamente un revolucionario cambio en nuestros estilos, costumbres, sexualidades, políticas y negocios. Ahora, todo empieza con el diseño de una silla rompedora, emblemática, capaz de perturbar las viejas evidencias y, sobre todo, de resumir en un momento el nuevo espíritu del tiempo. Desde la silla café vienés de Thonet hasta las recientes propuestas neoprimitivas de Branzi y el grupo Alchymia, pasando por el histórico modelo Barcelona de Mies, los sillones de Wassily, Le Corbusier, Eames, Breuer, Mendini y los taburetes de Thiygesen y Mariscal, cada diseño de una nueva silla es un verdadero manifiesto que va por delante de las filosofías, las modas, las vanguardias y las mutaciones sociales. La silla es el discurso actual que con más precisión nos habla del futuro. Seguramente porque el futuro es como para caerse de culo.
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